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Reseña Musical

El contratenor Christian Gil-Borrelli, Desde El Olimpo

    Concierto bajo tan sugerente título, “Desde el Olimpo”, con al contratenor Christian Gil-Borrelli, en el Auditorio de Galicia, con la Real Filharmonía de Galicia, dirigida por Maximino Zumalave- 20´30 h.-, en el que el Zumalave será protagonista de la sesión “CONversando con... a las 19´45 h., y que mañana repetirán en el Círculo das Artes de Lugo- 20´00 h.-, cantante al que recibimos como ganador del pasado “III Concurso de Canto Compostela Lírica”, cita de alto nivel competitivo en el que interpretó “Che più si tarda, omai...Stille amare”, de “Tolomeo” de G.F.Händel y “Perché tacer degg´io...cara, lontano ancora”, de “Ascanio in Alba”, de W.A. Mozart. Recordemos que entonces, el jurado lo presidían Arturo Reverter, Celestino Varela González, Joan Company Florit, Maciej Pikulki, Graziela Valceva Fierro, Victoria Stapells y el secretario de la organización, J.María Miranda, sin voz ni voto.

    Christian Gil-Borrelli, es licenciado en Medicina aunque definitivamente se ha decantado por la voz, y en ese registro que parece haber ganado enteros con el paso de los años. Un buen comienzo, lo tuvo en la convocatoria de “As Novas voces galegas”, convocada por “Amigos de la Ópera” de A Coruña, acompañado al piano por Miguel Huertas, con obras de Literes, Händel, Mozart y A. García Abril. En esta evolución artística, cobran mayor importancia Pilar Pérez- Íñigo, Ana Luisa Chova, Elena Pérez-Herrero, Cristina Miatello o Miro Moreira, quedándose el don de gracia el añorado Alberto Zedda, quien dejó huella imborrable en su trayectoria, ayudándole con impagables consejos, en cuanto al tratamiento de los repertorios belcantistas, y que tendrá confirmación con músicos como Eduardo López Banzo- con quien actuó en el Bachfest de Leipzig, junto a su grupo “Al Ayre Español”- y Miquel Ortega.

    La recuperación de esa cuerda vocal, ya desde los años cincuenta, contribuyó a poner en espacio preciso unos estilos que actualmente, no causan perplejidades ni rechazos, una necesidad a la contribuyeron grandes especialistas en criterios filológicos e históricos, por lo que no sorprende que en la pasada convocatoria del concurso, Christian fuese el elegido por la llamada de los dioses del Olimpo. Compañero suyo es también otro talento gallego con carrera reconocida, Alberto Miguélez, con quien siempre mantuvo una afinidad de planteamientos estéticos y artísticos y en el espacio de consideración, admira la labor que actualmente ejerce Xavier Sabata, particularmente por la dimensión de su registro y su “savoir-faire”, dentro y fuera del escenario. Preferencias en su repertorio, no será difícil encontrarse con los barroquismos de Händel o Vivaldi, pero también la música contemporánea, desde Benjamin Britten a otros compositores actuales, con obras que necesariamente, se ponen en atriles, sin desmerecer la mèlodie y el lied, además de la canción española y hasta el teatro musical. En tiempos recientes, amplió en la Universidad de las Artes de Berlín, con la mezzo María José Montiel.

    Beethoven con la obertura de “Egmont”, en el comienzo y Mozart con la “Sinfonía en Do M. K. 551 (Júpiter)”, para el final, dejarán un programa para el contratenor, con páginas especialmente apreciadas por el aficionado medio. Händel partiendo de “Rinaldo”, en una de esas arias a las que tienen querencia los grandes divos de la lírica, “Cara Sposa, amante cara”, aria para el protagonista “Rinaldo”, y que servía para el enfrentamiento osado de los castrati divinizados por un público en grado de delirio, gracias al encumbramiento de los alardes llevados al sobreagudo. El gozo y el placer en esos roles travestidos de los que el tiempo confiará a las mezzosopranos, con las dudas añadidas que acabará provocando. Una ópera preparada en toda su ambición para el “King´s Theatre” de Haymark, a comienzos de 1711. No menos ambición de encumbramiento, por el reformador C.W.Gluck, en su “Orfeo ed Euridice”, con el aria “Che faró senza Euridice?”, página del tercer acto, en el primer cuadro y entre el naufragio de las dudas, en otro estado de arrebato, en el contexto obligado del planteamiento de esta ópera carente de “recitaviv secchi”, pero con grados sublimes como aria al estilo de ariosi “Che puro ciel!”.

    Aria realmente por descubrir y perteneciente a una ópera juvenil de W.A.Mozart, será “Cara, lontano ancora”, ya citada por haber sido elegida para aquel “III Concurso de Canto Compostela Lírica”. “Ascanio in Alba K. 111”, resultaba en realidad una serenata teatral de puro y obligado compromiso, en atención a los esponsales del archiduque Fernando, en el Teatro Regio Ducal, en 1771, y sobre un libreto de Giuseppe Parini, una pequeña intriga entre breves pasajes de ballet, y para cuyo estreno fueron elegidos Geltrude Facchini, Maria Ginelli, Giuseppe Tebaldi, Adamo Solzi, y muy especialmente, el castrar o Giovanni Manzuoli, auténtico consagrado de la época y por el que Mozart, sentía verdadera admiración, al que dedicará un par de esplendorosas arias, que tienen una posible afinidad con el estilo de su apreciado Johann Chrisitian Bach, el llamado “Bach, de Londres”, quien también compuso obras para este castrato.

    Beethoven con la obertura de “Egmont Op. 84” , música de escena para el drama homónimo de Goethe, de un compositor e la cuarentena. El encuentro con el insigne poeta, tardará en llegar un par de años y se producirá gracias a le mediación d Bettina Brentano, amiga del escritor y musa del músico. Beethoven, en una carta dirigida a ella anteriormente, en febrero de 1811, le dirá: “Si escribe a Goethe y le habla de mí, emplee todas las frases capaces de expresar mi estima y veneración hacia él. Yo también debo escribirle a propósito de “Egmont”, al que he puesto música por amor a sus versos, y el reconocimiento se semejante poeta nunca puede ser excesivo, Un hombre de semejante índole, es el más grande título de honor para un pueblo”. Para mayor acentuación, lejos de buscar brillo, el músico ha querido subordinarse rigurosamente al drama que lo ha inspirado.

    Mozart con la “Sinfonía n º 41, en Do M. K.551” (Júpiter), obra que fue calificada de desmesuradas dimensiones, aumentada por el colorido orquestal. La elaborada configuración constructiva y la olímpica monumentalidad, le valieron el título de “Júpiter”, aunque no olvida el ideal de sencillez y ligereza, desde el “Allegro vivace”, al “Andante cantabile”, el “Minuetto” y la poderosa confirmación del “Finale”, una perfecta conjunción de “fuga” y “forma-sonata”, en este autor que es perfectamente consciente, del grado cualitativo que viene sugiriendo ya desde hace veinte años, aunque bastará con aceptar, que tan solo tenía 32 años. Abundando en ese “Fugato-Finale”, Carli Ballola y Parenti, afirmarán que no solo es la absorta apoteosis de glorias privadas y ciclópeo esfuerzo inventivo, sino también cemento profesional inaudito respecto del siglo XVIII, está clarísimo que Mozart se propuso dar el paso determinante y conclusivo de un itinerario personal análogo al que había llevado a Johann Sebastian Bach al “Arte de la fuga”, a Beethoven a la “Sonata Op. 106”, a la “Novena Sinfonía” y a la “Missa Solemnis” y a Schubert al “Quinteto”, a la ”Sinfonía en Do M.” y a las tres últimas sonatas para piano, en 1828. Aquí, en el verano de 1788, se cierra el fresco de las tres sinfonías “K. 543”, “K. 550”, y la que tenemos en cartel.

    16 dic 2021 / 01:00
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