El corazón es ‘uno zíngaro’

HAGO spoiler del título de la canción italiana de Nicola di Bari y así aparezco políticamente correcto. De las revistas del corazón más difundidas veo dos; digo veo y con ello insinúo que solamente las hojeo, miro, porque me avergüenza admitir que leo. Gustan de amores y desamores, y tratan de asuntos poco relevantes pero seductores o morbosos. Sigo el problema afectivo del alopécico gordechín Kiko Rivera y su madre Pantoja.

Ventean lo que ordinariamente la gente cela, desavenencias familiares, quizá teatralizadas: el destino de unas bagatelas recibidas del padre, unos dineros por medio y el reflejo de una educación familiar deficiente, y algo de vergüenza ajena. Fisgar en vida ajena es feo y pegajoso, y airear los rincones sucios de la propia es una ordinariez.

Copio el plan de salud y belleza de la oscarizada Charlize Teron: “Pestañas postizas entre las naturales. Colirio para los ojos. Peelings de glicólico seguidos de crema nutritiva, dos veces por semana. Y cada dos una mascarilla facial. Botes de foto protector en el coche y en el bolso; se lo reaplica constantemente. Ensalada verde y zumos a diario. Champú sin sulfatos y aceites naturales para mimar su melena”. El plan de belleza y salud de la bella, una referencia.

Nuestro pancista mundo confortable fisga en el gozo ajeno y lamenta sus penas, y más si el otro es hermoso/a, joven y lo balconea. Si el fisgoneo viene como suplemento gratis de un periódico, ese voyerismo se convierte en una ganga. Y una pérdida de tiempo. Esas vidas de escaparate atesoran poco mérito y carecen de esfuerzo, cuando no de talento.

Nos estimula conocer el trabajo ajeno bien hecho y la constancia en la misión emprendida. Mi ama de casa, el limpiador de mi calle, la investigadora paciente. Una vida plenamente currada es hermosa y llega a ser heroica. La que desvelan los habituales del couché aparece más bien del nivel del patatal.