El cristal por el que se mira

POLÉMICA. No hay partido político en Galicia que haya convocado más protestas, pacíficas unas, violentas otras y hasta mediopensionistas, que el BNG. Unas veces por convicciones ideológicas, otras en defensa de intereses políticos y muchas en solidaridad con trabajadores. Esas protestas forman parte de su ADN y todo el mundo lo tiene asumido; es más, muchos colectivos acuden a sus representantes (muchos siendo votantes del PP o PSOE) para que les ayudar a dar un empujón a las reivindicaciones. Nadie se lo discute.

Cargos públicos y simpatizantes participaron en algaradas de todo tipo algunas incluso acabaron derribando corporaciones, como ocurrió en Allariz o Cangas, y otras llegaron a convertirse en un problema diplomático, la protesta contra la visita de Angela Merkel a Santiago. Sobre reivindicaciones laborales es tan larga la lista que imposible resumirla.

Hay una excepción. Cuando se trata de defender a los trabajadores de Ence nadie en el Bloque se moviliza. Están en su derecho a no hacerlo y razones ideológicas (o medioambientales) tendrán más que suficientes.

Ahora bien, lo que resulta contradictorio es que el alcalde de Pontevedra, el nacionalista Miguel Anxo Fernández Lores, insista en su posición de negar a personas que van a perder su trabajo la posibilidad de manifestarse en idéntica intensidad con la que lo hacen miembros del Bloque. Ni más ni menos. Pretender limitar ese derecho reúne, cuanto menos, actitudes fascistas, por mucho que Lores busque excusas. Eso de la defensa del interés xeral e a lei.... debió de sonarle a chino a alguno de sus camaradas.

antón Trabanca