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El dilema ruso

    SI siguen así las negociaciones, Rusia se sentirá forzada a adentrarse en Ucrania. Me explico. El 13 de diciembre dedicaba yo mi columna a analizar los indicios a favor y en contra de un conflicto bélico que nadie desea (Guerra en Ucrania, ECG 13/12/2021).

    Y este lunes advertía también desde esta tribuna (La Rusia amiga, ECG 17/01/2022), sobre las nefastas consecuencias que una mala gestión diplomática podría acarrear no sólo para la Federación rusa, sino también y, sobre todo, para la UE; mucho más que para el siempre cómodo y distante EE.UU, e incluso para una OTAN cuyo Tratado, en su artículo 5, generaría trabas legales a la hora de organizar una respuesta conjunta de los aliados frente a la potencia euroasiática, pues Ucrania, como sabemos, no forma parte de la asociación del Atlántico Norte.

    Lo cierto es que los exabruptos entre las partes, y las declaraciones imprudentes de Joe Biden dando por hecho la incursión rusa y motivando, así, el posicionamiento crítico contra Rusia de los actores implicados, no han hecho más que echar leña al fuego de un conflicto cada vez más difícil de frenar.

    Porque la ciudadanía rusa está al tanto de todo cuanto se comenta en los medios relativo a la crisis, y el orgullo de “la madre Rusia” no sólo afecta a los partidarios de Putin, sino incluso al renovado sector crítico, que aprovecharía un repliegue del Kremlin como una baza para denunciar la debilidad de Moscú.

    La decisión final está al caer. El despliegue militar naval y sobre todo terrestre resulta costosísimo. Apenas sostenible para Rusia en las actuales circunstancias. Y si Putin no alcanza un acuerdo ventajoso para su país, la única manera que tiene de salvar su popularidad y su liderazgo a nivel social y político es adentrarse en Ucrania y hacerse con el control, al menos, de la región prorrusa del Donbass.

    Además, bien sabe él que difícilmente los aliados de la OTAN arriesgarán la vida de sus militares, o la economía de sus países, para participar en un aprieto bélico y defender un territorio que ni siquiera forma parte de la OTAN y con el que la UE sólo tiene desde 2014 un inicial acuerdo político de asociación.

    De no evitarse la contienda, la Federación de Rusia recibirá nuevas y severas sanciones, los 27 de la Unión saldrán malparados en el terreno energético y de las exportaciones, y quizá el único que apenas sufra las consecuencias sea EE.UU.

    Así de triste e injusta es la realidad diplomática en la que estamos inmersos aquellos que, como España, y a diferencia de Alemania y Francia (que mantienen sus propias líneas de comunicación directa con Rusia), aun sin pintar nada en el tablero internacional, enviamos fragatas y ofrecemos despliegues aéreos, en vez de utilizar nuestra precaria situación económica como excusa de prudencia y moderación.

    22 ene 2022 / 01:00
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