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El embrujo de Moncloa

Cuando Sabina cantaba que en Madrid las niñas ya no quieren ser princesas, todavía no conocía a Ayuso y sin embargo... qué bien la retrata esta definición. Ayuso, que no hace ni tres años era poco más que una tribuna de la plebe a la que Casado rescató del anonimato triste de Chamberí, ya no quiere ser princesa... porque ahora aspira a ser reina. Una reina Sol amotinada en la facción madrileña del Partido Popular, presta a avanzar con sus tropas desde la Real Casa de Correos hasta Moncloa, dominando a su paso todas las estaciones del metro (Tirso de Molina-Sol-Gran Vía-Tribunal...) a las que también aludía Joaquín en sus baladas capitalinas de alegre composición nocturna.

La princesa Ayuso sueña con ser reina en Moncloa y el primer paso del que nadie sospechó fue el nombramiento de un valido al modo de los Austrias, un primer ministro de origen aznariano, tan retorcido que aunque es de Valladolid se hace llamar MAR y tan maquiavélico que en Génova 13 ya lo temen más que al propio Sánchez. Es esta figura extraña de moderno conde-duque de Olivares quien se enrosca como una sombra ayusana oscura en los bucles de la presidenta madrileña y alimenta sus oídos con historias palaciegas. Mientras ese señor de Murcia al que odia la aristocracia del PP (la condesa Aguirre, la marquesa Cayetana, la princesa de Disney Ayuso...), mientras ese casero aceitunero altivo de Casado, ese García Egea (de nombre Teodoro, regalo de Dios) escucha en la misa de la catedral de la Amudena al coro cantar “el demonio a la oreja te va diciendo...”, ya la voz de las siete palabras letales vallisoletanas dejó pasmada a la que se ve como la futura reina de los dominios populares.

Pero antes de lucir las insignes ínfulas de la realeza, a Ayuso le toca ser como Feijóo, reina de su pequeño reino. Y es aquí, en este objetivo se diría que rutinario y menor, donde choca con las circunstancias que le advierten de que no le será tan sencillo abrazar la misma dignidad que Feijóo ostenta en Galicia. Y si Ayuso no comprende el motivo, debería buscar dentro de sí misma, como recomendaba el oráculo de Delfos (Conócete a ti mismo y conocerás el universo) y allí a buen seguro que hallará la respuesta exacta.

Si Ayuso se cree sus propias verdades, no le debería costar esfuerzo alguno recordar una de las frases más célebres de su breve diccionario de greguerías cuya fama la rescatará del olvido cuando se haya ido: “Madrid es España dentro de España”. Que ahonde en esta inédita aportación filosófica-política a la interpretación del mapa territorial del Estado y que entienda que si se habla de España, pues Madrid sólo es una representación reducida de ella, es a Pablo Casado a quien le corresponde todavía la competencia. Desde la perspectiva que se deduce de esta teoría esbozada por Ayuso, aspirar entonces a encabezar la organización del PP en Madrid, ocupando su presidencia provincial, sí se convierte en un desafío al poder de Casado, que como presidente nacional tendría un especial derecho de pernada sobre este territorio.

Un derecho de pernada modernizado y adaptado a los estándares sociales del siglo XXI, evidentemente, que no se escandalice ninguna de vuesas mercedes. ¿Y en qué consiste? En poder contar con una delegación fuerte del partido a sus espaldas para verse reforzado en procesos internos, sobre todo si vienen mal dadas. Es decir, si Casado se queda electoralmente en bragas, sólo podría mantenerse si dispone de un cuartel general con guarnición suficiente. Pero si no lo tiene él y sí la presidenta madrileña, seguiría en paños menores y sería ella quien se vistiese el traje de general. Porque dentro de Ayuso también hay otra Ayuso que ansía empresas mayores. Quien no la conozca, que la compre.

19 nov 2021 / 01:00
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