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El Ente: ser o no ser

    VEAMOS: lo de consultar a la gente me parece bien. Es el principio básico de la democracia. Y no estamos muy acostumbrados a que una televisión lo haga, salvo en temas muy puntuales o con intenciones más propagandísticas. Ahora la televisión pública ha puesto en marcha una encuesta con la que pretende, imagino, comprender qué quiere la gente. Qué desea la audiencia. Qué se espera de ellos. Qué es o qué puede ser el Ente, valga la redundancia.

    La macroencuesta parece buscar un Renacimiento para la corporación, algo que estaba pendiente, sin duda alguna, pero que siempre es complicado por razones muy variadas. Primero, la televisión pública es gigantesca, vive en el permanente debate sobre su independencia política, y ya no tiene la hegemonía antigua, lo que invita a competir, a veces peligrosamente, con las televisiones privadas. Nadie dijo que fuera fácil mover un transatlántico de esa naturaleza, con el oleaje que hoy agita el gran océano televisivo. Es una cuestión de números, sí, pero también de capacidad creativa, de programación cultural, de modernidad, de elegancia catódica. ¿Le pediremos eso en la gran encuesta? Veremos.

    Hasta hace no muchos años se decía aquello de que no se podía ser como la BBC, pero siempre había que intentarlo. Hoy, con los problemas que ha tenido que afrontar la afamada cadena británica, que en 2022 celebrará su centenario, sobre todo a través de los reiterados intentos de Johnson de apartarla del dinero público y de eliminar las sanciones por el impago de la licencia por poseer un receptor (aunque legalmente el sistema está pactado por ley hasta 2027), ya vemos que en todas partes cuecen habas en el terreno televisivo.

    Una televisión pública e independiente no me parece en absoluto algo de lo que se pueda prescindir, mucho menos si consideramos que el desarrollo de los canales privados no ha desembocado en una mejora sustancial de las programaciones, sino, en muchos casos, en una banalización notable. Pero, al mismo tiempo, la demanda de una mayor calidad en la televisión pública choca con otras dificultades. Y no sólo económicas. ¿Podrá encontrarse el camino correcto gracias a ‘La gran consulta’? Tengo mis dudas. Pero, para que eso ocurra, deberán tomarse los resultados en serio.

    No quiero aventurar nada sobre esos resultados. Son una incógnita para mí. Pero imagino que, ya que hablamos de la televisión pública, las demandas ciudadanas no se parecerán a las ofertas más habituales de las televisiones privadas. O, al menos, de algunas de ellas. Una televisión pública es un servicio público, pero no por eso debe ser aburrida, ni monocorde, ni carente de dinamismo y altura. Pero, al tiempo, debe ser respetuosa con todos. Vivimos una gran dispersión, también en las audiencias, y todo indica que RTVE tiene ahí una asignatura pendiente. Los jóvenes ni siquiera se detienen ya en las pantallas y formatos tradicionales. El mundo va muy rápido, pero la calidad siempre será la calidad. Ese debe ser el principio básico.

    Es decir, los contenidos importan. No sólo la filosofía que los envuelve. Ya que competir por los grandes acontecimientos deportivos se ha puesto imposible, RTVE deberá potenciar la producción de nuestro cine y nuestras series, deberá marcar un sello de calidad con la cultura, y sobre todo con los informativos, apoyados en brillantes corresponsalías (como tantas que tiene y ha tenido): una información serena, alejada del ruido y del vértigo que tanto abundan. Diferencial, por tanto, en su tratamiento. En fin. Primero, la encuesta. Y luego, ya veremos.

    14 sep 2021 / 01:00
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