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El fin de la historia, optimismo y sentidiño

    LA semana pasada escribía que el liberalismo había ganado por KO técnico al socialismo a lo largo de la historia. Una historia que parecía haber acabado con la caída del Muro de Berlín, como indica el politólogo Francis Fukuyama. El triunfo del pluralismo político y la democracia, del respeto al individuo, de la integración de los mercados a nivel global, del capitalismo regulado en mayor o menor intensidad por un sector público que garantiza el cumplimiento de los contratos y la igualdad ante la ley. Parecía que los conflictos desaparecían de la faz de la Tierra.

    En un magnífico libro llamado La trampa del optimismo, Ramón González Férriz describe el Mundo y la España de los años 90, década que explica en gran parte muchos de los acontecimientos ocurridos posteriormente. Probablemente se trate de una de las mejores épocas de nuestra historia reciente. Fue el momento de la gran moderación, en el que se pensaba que los ciclos económicos se habían controlado, el surgimiento de la tercera vía, del avance de las nuevas tecnologías e internet. En Europa se avanza en la creación del euro y en una mayor unión política. Aparecen series brillantes como Friends y grupos de música como Oasis o Pearl Jam. En España se hacen famosos Curro y Cobi, llega el AVE y nos subimos a los vagones de cabeza en crecimiento y desarrollo. El optimismo parecía inevitable.

    El problema es que se dejó de prestar atención a que los excesos en esos años nos han causado una tremenda resaca. Hoy comprobamos como el fin de las crisis económicas era una quimera. La exuberancia irracional a la hora de invertir y confiar en empresas que no generaban más que promesas de difícil cumplimiento en el mundo de las tecnologías hinchó la burbuja de las puntocom. Una mala regulación (no confundir con desregulación) en el mundo de las finanzas hinchó la del mercado inmobiliario. Confiar en la globalización sin tener en cuenta el trilema descrito por Rodrik, es decir, sin tener en cuenta que no es posible la convivencia de la integración económica con la soberanía nacional y la democracia, ha disparado a los partidos de corte nacionalista y proteccionista. El euro y la Unión Europea crecieron sin unos buenos fundamentos. El miedo y el conflicto volvieron el fatídico 11 de septiembre de 2001.

    Es probable que a partir de 2022 podamos ver un crecimiento del optimismo derivado del fin de la pandemia. Algunos señalan que podría vivirse una especie de años 20. Quizás no haya que retrotraerse tan atrás en el tiempo, y las comparaciones con los 90 también sirvan. En ese momento será crucial aprender de nuestro pasado y medir correctamente las consecuencias de nuestros actos.

    El fin de la historia nos trajo optimismo, y ese optimismo nos ha enseñado que nos quedan muchas páginas por escribir. Sentidiño.

    02 abr 2021 / 01:00
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