El futuro de Francia
EL futuro de Francia, al menos para los próximos cinco años, se decide hoy en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. No son unos comicios menores, pues el país vecino sigue meciendo, junto con Alemania, la cuna que dirige la UE. Todo hace pensar que poco cambiará, independientemente de quien obtenga la victoria, incluso si se trata de Marine Le Pen; pues las estructuras y las normas europeas que dictan nuestros tratados son claras y dejan poco margen de maniobra, incluso para aquellos países que adoptan, como Hungría o Polonia, actitudes de rebeldía.
Si gana Emmanuel Macron, ya sabemos lo que habrá: una ruta continuista y europeísta con ansias de control estratégico y capacidad de decisión sobre los veintisiete. El actual presidente tiene mucho que perder si no lo logra. Sin embargo, el Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) de Le Pen, tiene mucho que ganar, y aspira a hacerse con el control de un Elíseo que ambiciona desde hace años, y para lo que se ha estado preparando incluso a lo largo de una campaña en la que algunos de sus planteamientos hasta suenan moderados en relación a los postulados que tradicionalmente defendía.
La inmigración desorbitada sigue siendo un problema para ella y para sus votantes. También la inflación, la brecha económica, y el debilitamiento de la capacidad de decisión soberana de un país que reivindica su legado y su aportación a la Unión. Incluso su gestión diplomática supone una variante con respecto a Macron, pues busca un reequilibrio entre las potencias en discordia y las oportunidades económicas, comerciales y estratégicas que puedan aportar.
EE.UU. importa, y mucho; pero para Le Pen Rusia no puede ser un vecino enquistado en la discordia, especialmente teniendo en cuenta su situación geoestratégica, su aportación energética, y hasta su potencial en materia de Seguridad frente al terrorismo también de corte islámico.
De la decisión final de ese 22% de votantes del populista Jean-Luc Mélenchon, conocido por su “complacencia” con Putin, su euroescepticismo y su antiatlantismo; de la posible unión del voto de las derechas abanderadas en la primera vuelta por el populista radical antiinmigración Éric Zemmour, la conservadora identitaria y europeísta Valerie Pécresse, y la propia Le Pen; y, sobre todo, de esa fuerza conjunta de indecisos y abstencionistas a los que apela la lideresa, dependerá el resultado final en un país que se resiste a renunciar a su estado de Bienestar y que detesta la incertidumbre que sufre el país, tanto por causas internas como externas.
Entretanto, se asume que los socialistas de la alcaldesa Anne Hidalgo, los comunistas de Fabien Roussel, y hasta los ecologistas de Yannick Jadot, tras su varapalo electoral, optarán por un Macron necesitado de todos los apoyos posibles.