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El Gobierno desprecia a las cámaras. Confina la democracia

    MIENTRAS cuestiona –o da pábulo a quien lo hace– la salud de la democracia, el Gobierno de España aprovecha la situación excepcional que atravesamos para intentar saltarse el control por parte de los saludables órganos democráticos establecidos para ello. Una democracia no tiene excepciones, ni siquiera cuando pone en marcha los estados de excepción, como pueda ser el estado de alarma o aquellas medidas necesarias para afrontar una situación excepcional como esta.

    Lo que está claro es que, sean cuales sean las medidas que se adopten, existen una serie de actividades que deben ser consideradas como necesarias e imprescindibles y tienen que mantenerse activas. Por encima incluso de los riesgos a la salud de las personas que ejercen esas actividades. La atención sanitaria es el ejemplo evidente. Por muy mal que vayan las cosas no se puede decretar el cierre de hospitales. Otra sería la alimentación y la adquisición de productos de primera necesidad. Incluso en los casos extremos en los que se produce escasez, es necesario mantener estos suministros.

    Y otra, también necesaria e imprescindible, e incluso, más necesaria e imprescindible que nunca, es garantizar el buen funcionamiento de todos los mecanismos de la democracia: de Gobierno, de justicia, de legislación, de consulta y diálogo y, también, de control. El funcionamiento del Gobierno, el Congreso, el Senado y el Poder Judicial son servicios de primera necesidad que no pueden ser cerrados por decreto.

    El Gobierno de España está haciendo mal su función. Pero eso no es un problema de salud de la democracia, sino un problema de ambición de quienes quieren limitar su alcance. El Gobierno quiere, desde la democracia, herir a la propia democracia. Es una mala práctica. Y muy peligrosa. Todos tenemos en la cabeza la gran cantidad de tiranías que han sido el resultado de interpretaciones torticeras e intencionadas de las normas. Algo que parece no querer saber Pablo Iglesias. La democracia vive o muere, pero no puede estar enferma. Porque las enfermedades de la democracia solo son el pretexto de los tiranos.

    Ocupar un escaño en el Senado es para mi un honor, pero también una exigencia continua de responsabilidad. Así que me voy a centrar en lo que conozco, aunque sé que en el Congreso está pasando lo mismo.

    Desde noviembre, el presidente del Gobierno no cumple con su obligación de someterse al control de la Cámara alta. Ha desaparecido. El vicepresidente del Gobierno (ese que cuestiona la “salud” democrática) ha sido llamado en nueve ocasiones a comparecer ante el muy democrático y saludable Senado, como es su obligación, y no lo ha hecho. Ha desaparecido.

    En el Senado hay cerca de 500 iniciativas cuya resolución depende del Gobierno (preguntas y mociones) que están sin tramitar. En toda la crisis sanitaria, la mayor de nuestras historia de saludable democracia, el ministro de Sanidad solamente ha venido una vez a dar explicaciones. No es una burla a nosotros, sino a todas las personas que en nosotros han depositado su confianza.

    En un contexto de confinamientos, el Gobierno considera que se puede confinar a la democracia. Y eso no es así. Precisamente porque es una democracia plena y saludable. No existen democracias parciales e enfermas. El Gobierno quiere herir a la democracia, pero para la democracia, cualquier herida es mortal. No podemos dejar que lo hagan.

    24 feb 2021 / 01:00
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