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El mejor acuerdo, el único posible

    EL embajador Michel Clauss, que es el representante permanente de Alemania ante la Unión Europea, decía estos días que el plan de relanzamiento europeo es el mejor acuerdo, el único posible. Sin embargo, bien saben en Bruselas como se las gastan Budapest y Varsovia, dispuestas a secuestrar las fundadas esperanzas que se han puesto en el plan comunitario, por la vía del temido bloqueo. Y todo por la “inadmisible” petición de que sus gobiernos respeten el Estado de Derecho.

    El Parlamento europeo, a través de su comisión de derechos civiles, liga democracia y condicionalidad presupuestaria. Se trata de una posición más dura que la del Consejo, que, presionado por Orban, primer ministro húngaro, suavizó su postura inicial. Pero lo cierto es que urge un acuerdo Consejo-Parlamento, ahora en riesgo, lo que no parece importarle a los díscolos, quienes –en una especie de revancha–, anuncian la creación de un Instituto para “luchar contra la represión ideológica liberal”.

    Aparentemente al menos, todos los segmentos de la vida pública en estos países parecen haber sido toca-
    dos en una dirección: la reducción de libertades. La independencia de la Justicia
    se ha visto atacada y la tendencia a gobernar de forma muy personal ha llevado a
    la Organización Freedom House a hablar de regímenes híbridos, entre democracia y dictadura.

    El papel de los parlamentarios en este asunto, al ligar fondos y Estado de Derecho, justamente en este momento, es muy discutible, como lo ha reconocido Berlín, ya que pone en riesgo la recuperación económica de la zona.

    Por ello, primando el pragmatismo, Alemania propone que la transferencia de fondos sólo se suspenda en caso de que un miembro, al transgredir los principios del Estado de Derecho, influya negativa y directamente en la buena gestión financiera del Presupuesto comunitario, o en la protección de los intereses financieros de la Unión. Y que esa decisión se tome por mayoría cualificada.

    Se trata de una especie de compromiso que permita no empantanarse en circunloquios negociadores, mientras el desastre económico y social se ceba con los países más débiles.

    Merkel, que ha dicho que una pandemia no debe constituir jamás un alibí para obviar los principios democráticos, daría por buena la propuesta que acabamos de comentar, evitando así un impasse muy perjudicial. En fin, una vez más la dramaturgia comunitaria ha salido a escena, pero la crisis requiere más cirugía que teatrillos.

    30 sep 2020 / 00:00
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