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El oleaje preelectoral

    MÁS allá de las predicciones de Tezanos, que lleva camino de ser un icono pop de la estadística, lo que necesitan los partidos históricos y tradicionales y así (¿cabe llamar tradicional al socialismo de Sánchez?) es la celebración de unas elecciones. Sólo así se podrá medir su consistencia y su persistencia.

    Las elecciones activan esos jugos gástricos (hay mucha neurona en el intestino), y el poder se relame. Pero, sin ellas, todo es ensayo, potencia, pero no acto. ¡Ay, el acto! El bendito voto. Todo es una preparación para el clímax democrático, pero con el seguro temor de que nadie, ni siquiera Tezanos, puede realmente penetrar los secretos de las vísceras de las aves. Los arúspices modernos no hacen casquería, sino bellos gráficos de columnas.

    Unas elecciones, siquiera las municipales, desvelarán la materia de los sueños de los votantes, que perplejos asisten a un mundo dividido y falaz, bastante cargante, ensimismado en retóricas inútiles, en semánticas flojas. Ahí nos enteraremos, en fin, de cómo se percibe Feijóo, no por los medios, que ya tal, sino por el pueblo, tras su aterrizaje matritense, con el ayusismo en boga y compitiendo, y cómo se percibe Sánchez, que ató los presupuestos, sí, que acelera su proyección internacional, pero que vive entre sobresaltos, ya sean los propios de un momento global envenenado o los muchos que le da la coalición y sus asuntos.

    Las elecciones sustituyen al momento pop de las encuestas. El juego de la adivinación, por científico y matemático que sea, se doblega ante el conteo de las urnas, lo único importante. Y hasta que eso no ocurra, todo es un sinvivir. Pero, ¿dónde anida mayor incertidumbre? ¿En ese Feijóo que transita por el Madrid ayusístico, que encuentra argumentos para decir que el gobierno “está en llamas” (London is burning!), pero que aún no puede saber el auténtico calado de su advenimiento premonclovita? ¿O en ese Sánchez que no puede aún saber si los daños en el casco afectan a la línea de flotación del socialismo coaligado, tras procelosa travesía, si la lucha contra la inflación y los crudos efectos de la guerra le van a llevar a contrarrestar lo perdido, a buen seguro, por lo que algunos consideran rumbo incierto, derivado de las amenazas crecientes que surgen a su vera, de las fracturas observadas y de la dificultad, en suma, de soportar el oleaje preelectoral y sus olímpicos embates? ¿Quién sabe más, ahora mismo, sobre sus posibilidades: Sánchez o Feijóo? ¿O ninguno de ellos?

    Es, en realidad, en la periferia de sus partidos, donde la incertidumbre crece como la niebla. Sánchez y Feijóo, son, a su modo, liderazgos consolidados, aunque sometidos al vaivén de las olas, que no deja de crecer. ¿Qué decir de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz? ¿Qué decir de Abascal y de Olona? ¿Qué decir de Arrimadas y Bal? ¿Qué luchas de poder se avecinan, si no están aquí? ¿Qué territorios electorales están en disputa?

    A medida que los comicios se acerquen es probable que aumenten los puntos de fricción, los rumbos de colisión... O, quizás, asistamos a colapsos, o, por el contrario, a victorias rutilantes. Es en ese horizonte de sucesos, el de los partidos que orbitan más allá de los considerados gigantes, donde se advierte gran dinamismo, donde nuevas estrellas surgen antes de que otras se apaguen. Gran actividad, sí, en ese firmamento alternativo, que Sánchez y Feijóo contemplan, estoy seguro, con curiosidad, no sé si en calma o con temor.

    27 nov 2022 / 01:00
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