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El peregrinaje a Compostela

    EL rey de España, Felipe VI, ha peregrinado de nuevo a Santiago de Compostela el pasado día 25 de julio, festividad de Santiago el Mayor, para presentar la ofrenda del pueblo español a su Patrón. En esta ocasión, para realzar aún más la presencia de la Corona española en la celebración del patronazgo del apóstol cristiano sobre España, lo hizo acompañado no sólo de la reina sino, también, de sus hijas, Leonor, princesa de Asturias, y Sofía, infanta de España.

    Ya en su día y para simbolizar el hecho jacobeo protagonizó, junto a la reina, en Roncesvalles una breve caminata por el camino de Santiago, con lo que quiso emular, de forma simbólica, el esfuerzo y sacrificio de los peregrinos que transitan diariamente a Santiago de Compostela. Y es que no cabe ignorar que, al apóstol Santiago, por tradición milenaria y al margen de la creciente secularización de nuestra sociedad actual y de la laicidad del Estado, se le sigue considerando el Patrón de España, como viene sucediendo en todo el territorio nacional con distintas advocaciones de vírgenes y santos.

    Sin poder ignorar ni desvalorizar en modo alguno el sentido religioso que impregna, originariamente, a todo lo relacionado con la peregrinación a la tumba que guarda, según tradición, los restos del apóstol cristiano evangelizador del pueblo español es lo cierto, sin embargo, que la peregrinación jacobea trasciende, a día de hoy, el puro sentido religioso para configurar ya un hecho socio-cultural de la mayor relevancia.

    Resulta evidente que todo lo relacionado con el Camino de Santiago traspasa ya el significado propiamente religioso que sigue teniendo para los cristianos católicos y alcanza a tener un carácter y sentido civilizador e ilustrativo en el marco de la solidaridad entre los pueblos que resulta de la máxima importancia y que sirve de vínculo de unión entre las personas, las culturas y las naciones.

    Desde la perspectiva apuntada, la importancia del cultivo de la ruta jacobea sobrepasa ya el ámbito propiamente religioso, por muy importante que éste pueda seguir siendo, para adentrarse en la conformación de un espíritu comunitario de muy amplias resonancias humanísticas en las que priman, sin género de duda alguna, unos valores de innegable espiritualidad tan precisos en estos tiempos de marcado materialismo.

    El peregrino que camina no solo transita por espacios físicos distintos y diferentes a los que son habitualmente los suyos, sino que lo hace en la profundidad de un pensamiento continuado sobre el valor esencialmente humano que representa su propia existencia y la de los demás. No es, por tanto, un turista más, sino alguien imbuido por un sentido espiritual –que no tiene por qué ser religioso– que le acerca más a la propia humanidad de la que forma parte.

    El rey ha querido reafirmar, sin duda, este espíritu y sentido de lo jacobeo.

    01 ago 2021 / 01:00
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