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El PP y la II República

    PABLO Casado dijo en el Parlamento algo así como que la segunda República había sido “un enfrentamiento entre quienes querían democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia.” Las frases simétricas son atractivas. Como “más vale honra sin barcos que barcos sin honra” de mi paisano Méndez Núñez, héroe del Callao con estatua (1885) en el estanque de patos de la alameda de Santiago que durante mi infancia y adolescencia, mantuvo caída una T y una c de la inscripción de su placa conmemorativa: “A pre laro hijo de Galicia...”.

    ¡Cuánto me intrigaba la frase a mis seis o siete años cuando frecuentaba los patos y no podía imaginar la palabra “preclaro!”. Pero las frases simétricas las carga el diablo y de una buena simetría te puede salir una mala frase.

    El partido popular no debería sacar a pasear mucho la República. La última acepción de “segunda República” de mi propio diccionario dice así: “Constructo ideológico orientado a negar legitimidad a la mitad de los españoles a partir de una división del país que se juzga rentable para acceder al poder y sus sinecuras mediante el trampantojo de presentar las condiciones del lejano pasado republicano como todavía actuantes a una población educada sin grandes exigencias y vulnerable al engaño.

    Como instrumento de alienación fue concebido por un expresidente sin credencial antifranquista alguna, que, tras haber desairado al paso la bandera de EE. UU (histórico aliado antifascista de Occidente) como expresión de su orientación populista, es hoy agasajado por la mitad opresora de la dictadura venezolana en detrimento de la mitad oprimida de millones de personas que en parte ya han abandonado el país”.

    Los presidentes de los partidos no deben de hablar mucho de historia o de ciencia y si lo hacen deben documentarse bien. El PP no debe entrar al trapo de la segunda República, mero señuelo utilizado por Sánchez, Podemos, etc. La República fue un intento frustrado por llevar a cabo esa revolución burguesa no consumada de 1868 y parecía permanentemente condenada a la frustración tras el sentimiento de humillación del Ejército en Cuba de 1898, pero que era imprescindible dado el peso insuficiente del liberalismo reformista del régimen de la Restauración en relación a los graves problemas aplazados. Fracasó en circunstancias internacionales y nacionales hostiles por el sectarismo e imprudencia de aquella izquierda de no saber ir más despacio para llegar más lejos en las necesarias transformaciones.

    06 jul 2021 / 01:00
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