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El ‘procés’ de Sánchez

    NO le resultará fácil a Pedro Sánchez ni acometer los retos internacionales que describíamos aquí ayer, ni asumir los desafíos propios de un año electoral. Lo vimos en la manifestación constitucionalista del sábado en Madrid. También en las protestas de los CDR, Junts, y un sector de Esquerra el jueves, por las calles de Barcelona, frente a la cumbre hispano-francesa; unas marchas que iban en contra del Gobierno de España, pero que, sobre todo, atacaban al propio Gobierno de Pere Aragonès; un Ejecutivo autonómico considerado “traidor”, según se desprende de las consignas de los manifestantes que dirigieron sus pasos al Consulado francés pidiendo la dimisión de un Govern de la Generalitat con el que no se sienten identificados por no trabajar con más ahínco a favor de su causa independentista.

    Y eso pese a la insistencia y a las declaraciones de Aragonès; un president que le recuerda “cordialmente” al presidente Sánchez el “derecho de autodeterminación de Cataluña”, y que “el procés sigue vivo”. También Oriol Junqueras recibió insultos y abucheos, y tuvo que retirarse escoltado de unas protestas que él mismo trataba de dirigir.

    Frente a todo ello, desde La Moncloa se afirma que “el independentismo está roto y ya no tiene fuerza”. Y lo cierto es que la manifestación ha estado lejos del éxito perseguido por los secesionistas; quizá porque no se entiende tampoco que ERC esté en la Cumbre, al tiempo que en las calles. Una incongruencia difícil de explicar a la ciudadanía, e interpretada de manera convenenciera por el Ejecutivo central y el catalán. Sánchez permitió a Aragonès estar presente en la cita para aparentar normalidad; algo que impidió a otros gobiernos autonómicos en cumbres previas como en la hispano-lusa, a la que invitó al presidente de la Xunta de Galicia apenas unas horas antes del evento.

    No nos engañemos. Junts, con Puigdemont a la cabeza, y ERC, incluso debido a la presión ejercida sobre ellos por los primeros, seguirán aspirando a la ruptura con España. Y, para ello, una votación popular (eso sí, sólo de catalanes) seguirá siendo el objetivo. No para esta legislatura; pues ni a los secesionistas ni a Sánchez les interesa. Pero sí en la siguiente. La meta es irrenunciable; especialmente tras los indultos, la derogación del delito de sedición, y la rebaja del de malversación para no perjudicar la causa independentista ni a sus promotores.

    De ahí el limitado número de manifestantes el jueves. A fin de cuentas, de Sánchez lo consiguen todo sin apenas esfuerzo. Por eso el plebiscito seguirá adelante. En Madrid se le llamará “consulta”; y en Cataluña “referéndum”. Da igual si la primera se considera sólo “orientativa” en Madrid, y la segunda “vinculante” en Barcelona. El daño ya está hecho; y acrecentado tras la nefasta reforma del Código Penal.

    23 ene 2023 / 01:00
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