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El sastre remendado y la pseudociencia académica

Entre los años 1833 y 1834 Thomas Carlyle publicó por entregas su novela Sartor Resartus, o El sastre remendado, en la que estudiaba la vida y la obra de un imaginario profesor alemán, Diógenes Teufelsdröck, catedrático de Allerley Wissenschaft,o lo que es lo mismo de Ciencia de las cosas en general, en la prestigiosa universidad de Weissnichtwo, o sea de “No se sabe dónde”. Este genial investigador había publicado su gran obra Die Kleider, Ihr Werden und Wirken, o sea, El vestido en su esencia y sus manifestaciones, en la que habría logrado interpretar el sentido de todos los acontecimientos de la historia universal a través de la descripción de los trajes de quienes fueron sus protagonistas.

Carlyle quiso hacer una caricatura de los grandes sistemas del idealismo alemán, como el de Hegel, autor del más genial de todos ellos. Hegel, del que se decía que había querido saber todas las cosas, estuvo al tanto de todos los conocimientos de su época, lo que fue posible gracias a su trabajo, su gran inteligencia, y a que en esa época se sabía relativamente poco de lo que llamamos humanidades y casi nada de ciencias como la química, la física o la biología. En el sistema hegeliano, resumido en su Enciclopedia de las Ciencias filosóficas, se podía interpretar todo gracias a un principio único, la dialéctica, basada en las ideas de tesis, antítesis y síntesis; todo, desde como Dios generó en su mente el concepto hasta los dos polos del imán: positivo y negativo, que explicados filosóficamente serían la afirmación (+) y la negación (-). En este caso, el análisis hegeliano del electromagnetismo demuestra que el más grande de los filósofos puede decir una tontería y que las ideas generales, si son demasiado generales, son ideas vacías.

Vivimos en una época de grandes ideas generales, que sirven para llenar la cabeza de los ciudadanos, que previamente tiene que haber sido vaciada de sus contenidos, porque, de otro modo, las grandes ideas no podrían caber en ella debido a su desmesurado tamaño. Este logro ha sido posible gracias a los esfuerzos perfectamente coordinados de los políticos, el sistema educativo en general y el ímprobo esfuerzo que vienen haciendo cada vez más profesores universitarios, dignos herederos del profesor Teufelsdröck, y a los que en su honor llamaremos los PR (Profesores remendados), utilizando unas siglas, tal y como ellos hacen a todas horas.

Sin PR nuestra sociedad no sería posible, pues ellos son los creadores de las grandes palabras vacías, que permiten llenar los cráneos de la SP (sociedad de los pánfilos), que son aquellas personas que se niegan cada vez más a pensar, a ver lo que tienen delante y están dispuestas a repetir las grandes palabras que no significan nada. En esa sociedad parece que nadie gobierna y no existe el gobierno, porque lo que hay es la gobernanza. Esa palabra es inglesa, governance, y si consultamos el diccionario veremos que dice: “del latín gubernare, government”. Gobernar es un verbo, y por eso se conjuga y se dice: yo gobierno, tú gobiernas, él gobierna. Pero la mayoría de la gente solo puede decir ellos gobiernan, nos gobiernan a nosotros, porque en la oración el verbo tiene un sujeto, que realiza la acción y un complemento, como cuando digo: yo como patatas.

La gobernanza permite hacer creer a la gente que nadie gobierna porque lo que pasa es que hay una ciencia, como la Wissenschaft del genial Teufelsdröck, que lo explica todo y que es inapelable. De la misma manera ya nadie administra ni reparte, sino que se gestiona la gestión, otra gran idea vacía. Tampoco nadie enseña nada, porque practica la docencia. Nadie vive mal o bien, sino que dispone de diferentes niveles de calidad de vida en función de la gestión de su capital humano, o sea de sus competencias y habilidades, otras dos palabras vacías. Si uno tiene dinero, porque es un gran propietario, mejora notoriamente la calidad de su vida y dispone de más competencias y habilidades. Se dice que eso no es porque sea propietario, porque ya no existe la propiedad en la SP, sino la seguridad jurídica. Pero esa seguridad jurídica es diferente según la nómina o la pensión que se cobre a fin de mes, y nula si no se cobra nada.

Nuestros herederos directos de Teufelsdröck tienen su ciencia de las cosas en general, pero no en la universidad de no se sabe dónde, sino en las universidades de todas partes, a condición de que sean españolas. Pues en la universidad, como decía la propaganda turística de los años sesenta, “España es diferente”, no porque sea el país del sol, sino porque es el país de jauja.

La ciencia de los PR es un todo indiferenciado, que invocan con respeto y admiración pronunciándola así: la cieeencia. Da lo mismo de lo que se hable porque todo es ciencia y todas las ciencias se hacen igual, todas son importantísimas, la sociedad le debe todo a la ciencia, y por eso el estado debe repartir dinero sin medida a los PR. Piden el 1,5% del PIB, gallego por ejemplo, para pagarles sus proyectos convertibles en citas bibliográficas, lo que viene a ser, solo para Galicia, más de 1.000 millones de euros, casi la mitad de todo el gasto educativo y la cuarta parte del sanitario.

Los PR no quieren ver que no hay tal cosa llamada ciencia, sino muchas ciencias distintas, y técnicas y conocimientos esenciales que no son ciencia, pero que son fundamentales para vivir y producen riqueza. Amancio Ortega, que no es un científico ni nunca quiso serlo, tiene una fortuna de 63.000 millones de euros, que se ganó diseñando y vendiendo ropa de verdad. Es casi seis veces el presupuesto de la Xunta. La ciencia no crea el dinero, pero es que además hay ciencias que no tienen nada que ver entre sí. Unas no se basan ni en la observación, ni en la experimentación, como la mayor parte de las matemáticas; otras son experimentales, como la química y la física; otras se basan en la observación y la clasificación, como muchas ciencias biológicas o geológicas; otras dependen del análisis de los textos y el lenguaje, como las humanidades. Y muchas otras son mixtas y se orientan a resolver los problemas más importantes de la vida, como las ciencias médicas, las económicas, las políticas o los problemas complejos de la producción, que es para lo que sirven las grandes artes de buscar soluciones, que son las ingenierías.

La pseudociencia de los PR solo se puede practicar en el vacío, en ese medio inerte que son las universidades españolas, diferentes a las del resto del mundo por ser consumidoras de dinero público sin más. El saber de los PR es tan general que no se refiere a nada, mientras que el de los verdaderos profesores, que son los que de verdad enseñan, aprenden y descubren cosas con su esfuerzo, sí. Se refiere a cosas reales, y por eso un profesor dirá que es un bioquímico, un físico, un filólogo o un jurista, y no un creador de ciencia, que debe ser financiado a toda costa.

La ciencia de los PR se basa en los remiendos del conocimiento. Por eso se hace a base de retales, que se cosen, se zurcen, se les da la vuelta, se les sube la bastilla, se le ensanchan las sisas. Y así combinando trozos van haciendo sus quilts - y es que siempre dicen las cosas en inglés. Como son remendones nunca comienzan desde el principio ni llegan hasta el final. Eso solo lo hacen los verdaderos profesores, que son los que buscan el conocimiento por sí mismo, los que quieren enseñarlo como el contenido de ese conocimiento exige, y no con ninguna tecnología docente de cortar y pegar; y los que saben lo difícil que es descubrir nuevos hechos, crear nuevas ideas, y los que también saben que las distintas ciencias son obras colectivas, muchas veces anónimas, y que no son más que medios que la humanidad ha creado para poder sobrevivir en el mundo.

Los PR tienen como principal objeto de estudio su propio interés económico, académico y político. Desde jóvenes aprenden que lo único que importa es cortarse un traje a su medida y solo para que aparentemente quede bien. El traje ha de servir para lo que sirven los trajes, para tapar las vergüenzas que no es buen gusto exhibir en público y poder asistir a las reuniones a las que acuden los que visten otros trajes del mismo estilo. Para los PR la universidad es un delirante club de costura fuera del mundo real, en el que comentar y exhibir sus obras, intercambiar sus impresiones, cotillear de todo lo más vergonzosamente humano, para poder salir de él orgullosos de sus obras, de paso que van criticando a las espaldas de sus colegas PR lo mal que les salió su toga. ¡Fíjate como va, vaya facha que lleva! Y es que hay que ir tejiendo así alianzas para poder sobrevivir a costa de los demás y pasearse por los claustros. Si los profesores de verdad no frenan el avance sin piedad de los PR, algún día tendrán que decir: “¡Dios mío, pero cómo hemos podido haber llegado a esto!”; y “el último que salga que apague la luz”.

14 nov 2021 / 01:00
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