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Embajador del Camino

    CONSCIENTE de que la mediación divina nunca está de más en el intento de reflotar la actividad turística de Galicia tras la hecatombe que supuso el covid-19, el presidente de la Xunta se apresuró a demandar de la autoridad eclesiástica que el inicio del Año Santo compostelano se retrasase unos meses con el propósito de que la cita jubilar se prolongue durante buena parte de 2022 cuando, se supone, los efectos más perniciosos de la pandemia sean ya recuerdo del pasado.

    Puntillosa como es en sus cosas, la Iglesia ha matizado tal petición negando la demora en la fecha de inicio aunque no descarta la posibilidad de solicitar del papa la prórroga de dicha celebración siempre que la medida favorezca “el conseguir los objetivos espirituales y pastorales del Año Santo, teniendo en cuenta a los peregrinos, el sentido de la peregrinación y la celebración del jubileo”. Matiz, el entrecomillado, harto oportuno ante una administración civil demasiado absorta en rentabilidades económicas como para olvidar que hay reinos que no son de este mundo.

    La preocupación de Núñez Feijóo respecto de las previsiones turísticas para este año se entiende comprensible, más aún a la vista de noticias como la avanzada ayer por este mismo periódico sobre el tremendo bajón de ocupación y reservas en la hostelería compostelana que prevé unos índices en verano que difícilmente se acercarán al 50 % de la oferta existente.

    Razón de más para que la Xunta, además de solicitar la mediación divina, se encomiende también al amparo que pueda prestarle la sociedad civil a la hora de potenciar la que entiende como joya de la corona, el Camino. Con esa finalidad propagandística creó el Gobierno autonómico en 2013 la figura de Embajador de Honor del Camino de Santiago que el buen sentido protocolario recomendó iniciar con la figura del rey Felipe VI. La distinción, reza la publicidad institucional, pretende el reconocimiento de la “labor de las personas físicas o jurídicas que más han contribuido de manera especial al conocimiento y divulgación del Camino, así como de la cultura y de los valores jacobeos”.

    Dejando constancia de que existen instituciones de larga tradición jacobea dignísimas candidatas a hacerse con tal reconocimiento en razón de su permanente vinculación con la actividad cultural y valores que el Camino representa, no es menos cierto que desde el lado pragmático que obsesiona a la Xunta en su repetida tentación cuantificadora de peregrinos, hay otras personas igualmente dignas de figurar en tan selecta nómina, acaso por encima de algunas otras a las que el oportunismo, más que la oportunidad, favoreció.

    Quienes sean oyentes asiduos del programa matinal del periodista Carlos Herrera en la Cadena Cope conocen bien su vinculación al Camino, que recorre cada año en cualquiera de sus múltiples rutas –en estos días rinde viaje en Santiago a través del camino portugués–, experiencia que le sirve de permanente y recurrido relato para alabar las significaciones culturales y espirituales del Camino; pero también del paisaje, paisanaje y templos de la tan reconocida gastronomía gallega.

    Y lo hace repetidamente a lo largo del año y siempre de forma elogiosa ante los más de seiscientos mil seguidores con que cuenta en Twitter, los lectores de ABC o su millonaria audiencia en la radio.

    04 jul 2020 / 00:05
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