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En elogio de Sánchez

    TODO análisis que se haga, en la política o la vida, respecto de un propósito ha de medirse siempre por la intencionalidad de quien lo proyecta y el éxito logrado respecto de aquellas ambiciones a las que se aspiraba. De ahí el error de entender como negativa la trayectoria política de Pedro Sánchez al frente de la presidencia del Gobierno de la Nación. Equivocación, porque los análisis que se hacen del líder socialista parten de las convenciones al uso de pensar que por obligación el titular del Ejecutivo ha de atenerse –por fuerza consuetudinaria o por lógica democrática– a una serie de normas éticas y coherencia personal que están ausentes de su proceder en la misma medida en que se interponen en la consecución de sus objetivos.

    Es de una agotadora pereza intelectual pensar en encontrar en Sánchez principios éticos de comportamiento democrático, como ya dejó bien a las claras en aquel frustrado intento de manipular los votos detrás de una mampara en el Congreso socialista que se cobró su cabeza. En idéntica medida se torna vana ilusión esperar en la actitud del actual inquilino de La Moncloa un mínimo de coherencia personal, como muestran sus repetidas faltas tanto a la verdad como a sus propias promesas, supeditadas ambas –ética y coherencia– a la conveniencia de cada momento.

    Los acuerdos secretos llevados a cabo con Bildu para lograr una nueva prórroga del estado de alarma por el coronavirus desataron una guerra política con la categórica condena de partidos, medios de prensa amigos, empresarios y sindicatos, Unión Europea y hasta de la vicepresidenta Calviño. Cierto que la negociación dejó prueba una vez más de su falta de palabra –“con Bildu no vamos a pactar, si quieres lo digo 5 o 20 veces durante la entrevista”– y atentó incluso contra su salud al prometer la retirada de la reforma laboral que pactó con Podemos –“sería un presidente que no dormiría, como el 95 % de los españoles”–. Pero ni aquel pacto con filoterroristas es el primero –ahí está la gobernación de Navarra– ni su falta de sueño parece preocuparle desde que aupó a Pablo Iglesias a la vicepresidencia de su Gobierno. Aunque, como bien vaticinó, en el paquete vaya también el insomnio del 95% de los españoles.

    Como fruto de esa negociación la devastación fue monumental. Convirtió en trizas el pacto por la recuperación económica, se cargó el pacto social empresarios-sindicados, dejó a Ciudadanos una vez más colgado de la brocha y, y esto es más peligroso, aventó las iras de un PNV que entiende que detrás de esa abstención pactada se intuye el propósito de un Gobierno tripartito –Podemos, Bildu y PSV-PSOE– al frente de Ajuria Enea a partir del 12 de julio. Se lo cobrarán. Pero pese a todos esos males, nadie puede concluir que Sánchez no haya logrado su propósito. Es decir, volvió a salirse con la suya aunque quizás Lastra y Calviño paguen los daños colaterales.

    Como buen trilero que es, Sánchez volverá al uso fraudulento con la manipulación de las piezas que distinguen la profesión en la que es maestro y lo hará, con la habilidad propia de un embaucador, en tanto logre “engañar o alucinar”, como dicta el diccionario, “prevaliéndose de la inexperiencia o candor del engañado”. Que somos los españoles todos.

    22 may 2020 / 23:54
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