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En las manos de Yolanda

    EL otrora Rasputín monclovita, Iván Redondo, sigue insistiendo en que el presidente del Gobierno convocará elecciones generales en primavera para evitar toda sorpresa en unas municipales que, asegura, suponen para el vencedor la antesala del Gobierno. Y coloca a Pedro Sánchez como el más serio candidato a repetir triunfo siempre y cuando, añade, se mantenga en merecida estima a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, en tanto que propiciadora en un futuro Gobierno de coalición de los votos de los menores de 45 años, que se decantarían por la gallega.

    Como de los enemigos ni el consejo, es seguro que en la conocida testarudez del presidente las palabras de Redondo surtirán el efecto contrario. Porque ni el propio Sánchez cree en las encuestas que le adoba el des-imputado Tezanos desde la cocina del CIS ni desprecia tanto a las consultoras privadas como para tomarse a humo de pajas la repetida caída que éstas vaticinan para su persona.

    Lo avalan, además, los mensajes del reciente congreso socialista con el anuncio –solo propagandístico– de vuelta al centro socialdemócrata con que vencer la resistencia electoral en el más largo plazo del total de la legislatura, momento de cobrarse los previsibles réditos de la millonaria inyección de la UE.

    Hay, sin embargo, una variable que está cobrando relieve y que puede dar al traste con la estrategia que los nuevos gurús Félix Bolaños y Óscar López preparan para Sánchez y que, ésta sí, podría hacer saltar el Gobierno.

    Se trata del buscado enfrentamiento que una emergente Yolanda Díaz, acuciada por urgencias exógenas, agita con virulencia, convencida del posible sorpasso que podría dar a su jefe y compañero de Gobierno. Juegan a su favor las recientes declaraciones de Arnaldo Otegi sobre el infumable apoyo a los Presupuestos negociado con Sánchez y hasta su calculado silencio en la bronca de Podemos con la presidenta del Congreso. Y le urgen a mover ficha las exigencias de la Unión Europea en los condicionantes firmados para la aportación, en las próximas semanas, de otros 12.000 millones de euros.

    Sabe la política ferrolana que Bruselas no aceptará la derogación de la actual reforma laboral en los términos que ella propone y que reiteró el sábado ante sus viejos amigos de Comisiones Obreras. Tras siete meses de negociación y favorable clima del sindicalismo –dispuesto a tomar la calle en su ayuda– agitar la causa de su oposición a la reforma vigente es, muy probablemente, no sólo la mejor sino la única bandera que le queda ante el más que previsible plegamiento del presidente del Gobierno a las exigencias de Bruselas a cambio de los dineros de la recuperación, condicionante que el comisario de Economía, Paolo Gentiloni, se encargó de recordar estos días desde la prensa y acaso también en la reunión mantenida anoche en La Moncloa. Una claudicación que haría insufrible la continuidad en el Gobierno de la que es también ministra de Trabajo.

    El acierto en los tiempos electorales es arcano que suele deparar muchas sorpresas y es lo que tendrá que valorar la muy crecida Yolanda. Por si acaso, ya está dando forma, aseguran, a una plataforma contra “la derecha neoliberal” con un proyecto político más radical en el fondo que en las formas y que ayer inició andadura en el izquierdoso Ateneo madrileño. La pregunta es si ese embrionario intento llegará a tiempo para la primavera.

    25 oct 2021 / 01:00
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