Envejecer en Galicia
LA semana pasada se celebraron en Compostela unas jornadas sobre ‘El futuro del envejecimiento’ promovidas por Afundación, en las que participaron el presidente de la Xunta de Galicia, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, el consejero principal de la Dirección General de Agricultura y Desarrollo Rural de la Comisión Europea, el alcalde de Santiago, y el presidente de Afundación, entre otras autoridades. Llamó la atención el dato mencionado por Alberto Núñez Feijóo, aportado por el CSIC, sobre la posibilidad de que un bebé nacido hoy tenga una esperanza de vida que se dilate hasta los 120 años. Lo cierto es que España y Galicia presentan números que corroboran que los mayores, felizmente, cada vez viven más años.
Como señalan las estadísticas, la población española en general, y la gallega en particular, está muy envejecida. Nuestros ascendientes logran cumplir años en condiciones de salud más que óptimas. Es por ello que considerar anciana a una persona de setenta años o más resulta irreal, pues son mayoría los que ni siquiera encajan en los estereotipos tradicionales asociados a la edad. Muchos están en plenitud de facultades, y en situación de seguir aportando a sus familias y a la sociedad el conocimiento acumulado con el paso de los años. De ahí la necesidad de saber reconocer ese capital humano, e integrarlo en nuestras dinámicas sociales y laborales; eso sí, siempre que ellos y ellas lo deseen y se sientan capacitados. Es más; aunque se puedan volver frágiles a una determinada edad, eso no implica siempre que sufran patologías, sino que experimentan cambios en sus cuerpos a los que se suelen adaptar con una dignidad y resiliencia ejemplares.
Como es lógico, necesitan ayuda, facilidades y unos cuidados que, como todos nosotros, desearían recibir en su ambiente, en sus hogares, y en sus localidades de origen. Es ahí donde merecen estar si es ésa su opción. Por eso cuando vemos que en el rural se cierran oficinas bancarias, o se les imponen trámites telemáticos, descubrimos un claro ejemplo del abandono que sufren. Hablamos de una tiranía del sistema que contrasta con el encomiable esfuerzo de la Xunta de Galicia y de la Consellería de Política Social a la hora de promover nuevos modelos y unidades de convivencia especialmente diseñadas para su bienestar físico y psicológico. Sin duda acierta el Gobierno gallego al promover planes de rejuvenecimiento poblacional sin renunciar nunca a la esmerada atención que merecen nuestros mayores. Es más; la protección, el apoyo, y las infraestructuras que necesitan no han de ser vistas como un problema o una carga, sino como una oportunidad incluso laboral; pues la inversión económica y los puestos de trabajo asociados a su salvaguarda, cuidado y acompañamiento se verán recompensados por la sabiduría, la experiencia y el útil legado intergeneracional que sólo nuestros mayores pueden aportar a la sociedad.