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¿Es tarde para la cordura?

    DE VEZ en cuando vuelve Europa, que en realidad es un río silencioso y azul. Más allá de representantes y fondos, a devolver o no, se demanda de Europa más empaque institucional, más mensajes de fortaleza, si ello es posible entre los equilibrios obligados. Comprendo que Europa también saca partido a esa forma de estar en política, sin histrionismos, sin aburridas solemnidades. A mí me parece bien, no sólo porque soy europeísta, sino porque me produce mucho temor cualquier líder histriónico y simplificador, que hace de los gestos y de las gestas el fondo principal de su bagaje. También me revienta el lenguaje solemne, el de los pesadísimos mesías de media tarde, y el otro, el lenguaje producido en los laboratorios para confundir. Yo apoyo la Europa que abomina de los alarmistas profesionales, de los que montan quilombo mediático para lograr un poco de visibilidad. Simplemente, me gusta la política sin trueno. Pero hay motivos para preocuparse: las partes de este continente que manejan un discurso poco cooperativo, poco moderno, poco abierto, poco integrador, y el problema de la migración que, mientras arde Lesbos en los informativos, nos muestra dónde está el verdadero horror de este mundo.

    También ha regresado el brexit’, o lo que sea en estos momentos. La pandemia lo había dejado algo de lado, aunque los días siguen contando, como si fuera un juego pueril. En cuanto la política recupera un poco el fuelle, esos asuntos vuelven, y casi siempre para mal. No todo lo que suponga retomar la realidad implica una mejora: se puede empeorar precisamente por hacer algo. Lo importante no es hacer, sino reflexionar antes de hacer. Pero el Reino Unido hace tiempo que viaja a toda velocidad hacia el divorcio, del que algunos próximos a Johnson presumen. “¡Ya no somos Europa!”, parece que dicen ufanos en algunas entrevistas. Ya lanzado, Johnson, al que veo todo el rato en la pantalla subido a máquinas, visitando escuelas, tirando de terneros, o en otras movidas, ha afirmado que si la cosa no va rapidita se saltará las obligaciones contraídas en el acuerdo de retirada de la Unión Europea, especialmente por lo que se refiere a Irlanda del Norte. Parece que incluso se da por hecho que, en efecto, semejante decisión supondrá un incumplimiento de la ley internacional. Y como todavía queda gente sensata en la política británica, ahí llegaron los problemas.

    En medio del caos político, se explican (aunque no se justifican) propuestas que vienen a ser una huida hacia adelante. Es peligroso: pero la tozudez política, o el exceso de egocentrismo, lleva a estas cosas. Mal asunto si Johnson, en el corazón de Europa, le guste o no, reniega de los acuerdos unilateralmente, o si endurece las fronteras de manera progresiva, siguiendo los peores ejemplos, y yendo directamente contra el futuro y contra la economía de su propio país. Todo esto trajo la dimisión inmediata de Jonathan Jones, aunque eso es sólo un síntoma del sindiós que no cesa. Ya parece tarde para insuflar cordura en medio del vértigo, pero Europa no debe tolerar patadas en la mesa ni gestos airados. El brutalismo político intimidatorio, propio o aprendido de otros que tal bailan, no puede tener cabida allí donde sólo se necesita sensatez y mesura democrática.

    10 sep 2020 / 00:06
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