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España inquieta a EE.UU.

    ES tal la desconfianza de Estados Unidos hacia España, que incluso la Administración Biden ha pasado de mostrar inquietud por nuestro país, a ignorarlo. No es para menos. Cada uno de los movimientos políticos, económicos, legislativos y diplomáticos realizados por nuestro Ejecutivo de coalición y por su variopinta, atípica y peligrosa mayoría legislativa chocan de lleno contra las principales líneas de flotación de una de las democracias más consolidadas del mundo.

    Por eso La Casa Blanca ya no disimula su desafección hacia nuestro país, ni siquiera a la hora de convocar el foro destinado a potenciar la ciberseguridad junto a los que la presidencia del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense denomina “estrechos aliados”.

    Hablamos de los ciberataques; un problema que ha sido catalogado por el director del FBI Christopher A. Wray como “de extrema gravedad”, equiparable a “la amenaza del terrorismo yihadista”. Pero España no figura entre los treinta países invitados, pese a que ha sufrido graves ataques cibernéticos; el más reciente, contra el Ministerio de Trabajo. La unión de estos socios bajo el paraguas de la “seguridad compartida” se basa en la “afinidad de criterios” y en el “compromiso común” para enfrentarse a un peligro que desestabiliza gobiernos y empresas.

    ¿A qué se debe, pues, esa hostilidad hacia España? Incluso obviando la conocida animadversión de la formación morada hacia EE.UU., los desplantes protocolarios y militares de Zapatero y Sánchez, o su alineación con el régimen de Maduro, hoy día inquietan decisiones políticas y legislativas (retirada de Irak, abandono de la fragata Méndez Núñez, tasa Google que ahora la OCDE alivia, etc.), que no se entienden al otro lado del Atlántico.

    Ya se veía venir cuando el departamento de Estado americano criticó en las postrimerías de Trump (con la ratificación de Biden después) “la violencia y el acoso” que sufrían nuestros periodistas.

    Hoy España sigue sin formar parte del club de los “colaboradores más estrechos” de Biden. Y es que a los flirteos con Cuba y a la connivencia con altos cargos venezolanos (como Delcy Rodríguez), se unen la desconfianza que genera la palabra de un Pedro Sánchez que mintió en lo relativo a su coalición con Podemos, a los indultos a los condenados por sedición, o al pacto con Bildu, interpretado en EE.UU. como “filoterrorista”.

    A ello debemos añadir la opacidad que denuncia el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (CTBG); la inseguridad jurídica que lamenta el ámbito empresarial, energético e inmobiliario; los coqueteos con la reforma constitucional; la sumisión de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado a los intereses del Ejecutivo; y hasta el pulso de la Mesa del Congreso a las sentencias del Tribunal Supremo. ¡Como para fiarse de España!

    24 oct 2021 / 01:00
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