Esperando el día después

SÍ, lo deseamos, debemos de esperarlo con ilusión y, por qué no, también con una actitud activa; claro está, en lo posible. Es tiempo éste en el que, además de aguantar la pesadilla de una pandemia, tenemos la obligación, al menos moral, de prepararnos para ese tiempo nuevo que se abrirá ante nosotros cuando este mal, de orden sanitario, desaparezca, y lo hemos de hacer sin dejar de trabajar, incluso más; claro está, si las circunstancias no nos lo impiden.

No es cuestión, por lo tanto, de llegar a ese esperado día manteniendo una actitud pasiva y solamente resistente ante el mal, que también. Resulta capital que este tiempo, que hemos de considerar intermedio, lo afrontemos como una etapa a aprovechar, en la medida de nuestras posibilidades y potencialidades.

Y si hacemos así, si aprendemos y sabemos adaptarnos a las circunstancias, si proyectamos el mejor modo de llegar a ese día después, no hay duda de que podremos adentrarnos, del mejor modo, en esa nueva aventura que nos espera y que no es otra que la de poder vivir, de forma activa, desde la normalidad. Y se ha de hacer procurando entrar con fuerza, con nuevas experiencias y, si es posible, con quehacer previo realizado.

Queremos volver a convivir como lo hacíamos antes, es verdad, pero lo que ha pasado, y lo que estamos pasando, con ser una etapa que tiene una gran dosis dolor, no debe de ser, únicamente, una pesada carga. También tiene mucho de aprendizaje.

Se precisa inteligencia, perseverancia y renovados proyectos, en el día a día, para que ese otro, que reconocemos como el día después, sea realmente muy bueno. Nos lo merecemos. Y no debemos de llegar a ese momento más débiles; todo lo contrario; lo sucedido nos debe hacer mucho más fuertes. Lo necesitamos.