Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

Estaban tomando cañas

“¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había!”. Cambien ese nombre árabe por los de Ayuso y Pablo Iglesias y verán cuánta actualidad adquiere este romance anónimo del siglo XV. Todavía ninguno de los dos presentó formalmente su candidatura para optar a la reelección o conquista de la presidencia madrileña y ya nos sorprenden con los primeros datos de su biografía paralela: ambos nacieron el 17 de octubre de 1978, que ya es casualidad; ambos finalizaron sus estudios en la Universidad Complutense, que también es casualidad, pero menos; ambos llegaron a altos cargos de responsabilidad política, que ya es algo más que casualidad; pero ambos difieren, sin embargo, en sus respectivas retribuciones, pues ella gana 23.000 euros al año más que él, lo que en absoluto es casualidad, porque los dos tienen prerrogativas para subirse o bajarse el sueldo.

Pero lo que más extraña en este repaso a sus similitudes y sus diferencias en exposición pública en directo, en estos días previos a su enfrentamiento galáctico en la capital, es que, salvo en el campo ideológico, las primeras van superando a las segundas, hasta el punto de que, y esto es por ahora el gran bombazo de la precampaña, sus afinidades personales les llevaron a tomar cañas juntos, si no en amor y compañía, al menos sí en compañía, tras participar ella en los debates de Pablo en La Tuerka, que es como si él acudiera de buen rollo a las iracundas tertulias de Intereconomía.

No obstante, no tardarán en negar sus pasados colegueos regados con cerveza y prepararse para un presente hostil que les demandará continuamente más y más madera adjetival disonante y donde confrontarán sus diferentes maneras de llegar a la Puerta del Sol: él, a caballo del 15-M; ella, a lomos del perro de Esperanza Aguirre, cuya gestión del twitter llevaba y, a base de sus ladridos digitales, subió en el PP.

La rivalidad entre la todavía presidenta madrileña y el aún vicepresidente del Gobierno promete cruzar los siglos y las culturas e instalarse en la memoria colectiva como la historia de un combate dialéctico tan vigoroso y épico como los que dirimían con menos palabras y más contundencia física Ali y Frazier sobre el cuadrilátero. La política es el ring de las ideas, le escuché una vez a Feijóo en un mitin en Ferrol, donde los trabajadores de los astilleros intentaban con palos cortarle el paso a su coche. La política es el ring de las ideas, pero si se ven entre Ayuso e Iglesias, apártense por si acaso.

Desdeñando a su propio jefe de filas, Pablo Casado, la idea de Ayuso, alentada por su alter ego, el aznariano Miguel Ángel Rodríguez, siempre fue desde el principio ir a por Pedro Sánchez. La cosa no le salió mal, pero antes de pelear los asaltos definitivos por el cinturón de los pesos pesados está obligada a sortear a púgiles de cada vez mayor envergadura. Que el vicepresidente podemita se haya apuntado a hacer puños con ella indica que va en la buena dirección y que ya no la toman como la princesa pasmada de la corte, con hábitos monjiles y guantes de novata. Desde su reivindicación de los atascos en la Gran Vía al “España me debe una por sacar a Iglesias del Gobierno”, mejoró mucho su derecha, que antes inspiraba la risa y ahora parte mandíbulas. Aunque, si gana, deberá agilizar aún más su singular juego de piernas para escapar de los golpes que la acechan, también de aquellos que dejarán constancia en los partes amistosos.

La presidenta madrileña busca la refriega porque ambiciona la gloria, mientras que a Pablo Iglesias le atribuyen haber bajado a la arena por la necesidad de no quedarse en paños menores en la comunidad donde su partido nació y se proyectó al mundo. Me parece a mí éste un argumento demasiado prosaico para el currículum de alguien que posee un récord político único en España: pasar de cero a cien en menos de seis años. Yo creo que él se enfrenta a Ayuso en coherencia con su visión romántica del destino, que sabe que desde aquel 17 de octubre de 1978 les tenía reservada esta cita. Las cañas sólo fueron un instante relajante y preambular que desbrozaba el camino de su bonita enemistad.

Y en medio de esta disputa entre dos que trasiegan rubias, surge la cabeza abstemia de Gabilondo, que parece contagiarse de la embriaguez de sus rivales y emula al Sánchez preelectoral: “Con este Iglesias no pactaré”. Pero ni define a este Iglesias ni al que le gustaría encontrarse, imprecisión impropia en un catedrático de Metafísica y que en él induce a pensar cuán largos son los tentáculos de Iván Redondo. Pero el exministro filósofo y corazonista de Zapatero no es Sánchez, tiene sentido de la ética y del ridículo, por lo que si la izquierda suma estará abocada a un nuevo sacrificio: o Iglesias o él. De lo contrario, su credibilidad inmaculada viajará al panteón de velas negras y gestos ilustres.

Mientras tanto, gocemos todos de los primeros versos del romance que glosará las asombrosas gestas de nuestros candidatos: ¡Madrileños del oso y la madroñería, el día que juntos cañas bebíais, grandes señales de vuestro desafío establecíais!

26 mar 2021 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
Tema marcado como favorito