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Estados Unidos, España y Galicia

    LA importancia que tiene para España mantener las mejores relaciones comerciales y diplomáticas con Estados Unidos nadie la niega. Y tampoco la colaboración en Defensa, Inteligencia y Seguridad. Debemos hacer cuanto esté en nuestras manos para revitalizar unos vínculos que también son históricos y hasta culturales. De ahí la prudencia de nuestras administraciones y de la mayoría de nuestros representantes políticos a la hora de valorar el proceso electoral. EE. UU. y España se benefician de una relación que debe ser biunívoca, independientemente de que el PIB estadounidense multiplique por quince el nuestro, o de que atendiendo al PIB per cápita ellos sean el doble de ricos que nosotros, pese a que el índice de pobreza que generan sus desigualdades sociales sea superior al nuestro (18 % frente a 16,1 %).

    La ruptura entre la Unión Europea y Reino Unido tendrá un gran impacto en España tanto a nivel estatal como regional, sobre todo en automoción, pesca, industria textil, frutas y verduras, y ámbito químico, metalúrgico, financiero y de servicios. Y quizá un cambio de líder en La Casa Blanca le restaría bríos a Londres a la hora de perfilar el Acuerdo de Retirada definitivo. Asimismo, y como trataré de explicar mañana, es posible que el diálogo entre la UE y Estados Unidos a la hora de retomar las rondas de negociación del Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) tomase un nuevo impulso.

    Con todo, no olvidemos que EE. UU. es para España el sexto destino de nuestras exportaciones. Incluso Galicia encuentra en suelo estadounidense el séptimo destino de sus exportaciones. Recuerden, por ejemplo, el 10 % de la producción total de la refinería coruñesa de Repsol, que genera 328 millones de euros anuales; o las ventas en tiendas físicas y on-line de Inditex en EE. UU. (su segundo mercado tras México), que le suponen millones de beneficio al año. De hecho, la gasolina y sus derivados, junto con la diversa industria textil, constituyen el 65 % de las exportaciones gallegas a Estados Unidos.

    Pero también nuestro sector agroalimentario (conservas, producción cárnica, empresas vitivinícolas, productos ecológicos, etc.), la industria de la construcción (incluyendo la exportación de materiales como la madera o la piedra), y hasta nuestra tecnología y avances en el ámbito biosanitario, farmacéutico, de las energías renovables, o de la arquitectura naval, se ven favorecidos por los actuales vínculos entre Galicia y Norteamérica.

    Es cierto que los aranceles de EE. UU. a productos nacionales como el queso, el vino, las aceitunas, el porcino, o el aluminio y el acero vía UE, repercuten, y mucho, en Galicia. Pero no olvidemos los más de cien mil empleos que supone la colaboración empresarial y comercial transatlántica, ni las 650 empresas españolas operando en territorio estadounidense (Galicia suma unas 230 empresas regulares allí), ni los cientos de negocios adicionales que venden en EE. UU. sus productos y servicios. Y tampoco las más de 900 empresas americanas que generan trabajo, inversión y riqueza en España.

    08 nov 2020 / 01:00
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