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Esto no tiene remedio,
al menos por ahora

    HAY quien dice que podemos estar tranquilos. Que el alboroto político que se ha armado en Madrid es pasajero. Que al día siguiente de votar ya habrán vuelto las aguas a un cauce más sereno. Que todo este follón sólo es cosa de la llamada a las emociones, más que a las razones, que viene implícita en todas las campañas electorales. Llamar la atención del elector, aunque sea sin pensárselo mucho. Pero yo no acabo de creérmelo.

    Me cuesta, vamos. Aunque sólo sea porque me parece que se ha llegado demasiado lejos. Aunque fuese sin contar con las malditas cartas, ya vengan de un loco o de un cuerdo, la verborrea se ha ido cargando de crispación. Parece que interesa más zaherir, negar al adversario que afirmarse a uno mismo. Por eso las palabras son casi sólo insultos, buscando eso que digo, más emociones que razones. Como cuando los tontos discuten de fútbol.

    Y para peor, todo esto no aparece sólo desde que comenzó la campaña electoral madrileña, sino hace ya algún tiempo. Ya ven ustedes que los portavoces de los partidos políticos sólo pronuncian lo que digan los prontuarios de comunicación que traen hechos de casa. Todos los de cualquiera dicen lo mismo desde la mañana hasta la noche, un día entero, para lograr un titular en los medios, nada más que cuatro palabras que llamen la atención. Y al día siguiente otra. Y así, sin más margen, claro, que la simpleza.

    Y en esa dinámica de furibunda claudicación intelectual se ha llegado a la desagradable confusión de verborrea en la que, ahora sí, se ha emponzoñado la dicha campaña electoral. Y pase lo que pase, con amenazas o sin ellas, mediando los pleitos que hagan falta, esto sólo es un ejercicio de a ver quien es más bocazas, aunque ellos dicen valiente, para decir del otro lo que resulte más sangrante. Traidor. Fascista. Rojo maldito. O lo que sea.

    Y a causa de la acumulación de necios y necedades es por lo que yo no creo que esta pandemia tenga cura fácil. Incluso digo más: sean cuales sean los resultados electorales en la región de Madrid, después de votar lo que sea, repito, los madrileños y los españoles saldrán de todo esto con los efectos secundarios malignos de una mala medicación. El voto, que en democracia debe resultar sanador, esta vez no lo será. Antes de aplicar esa cura habría que haber limpiado la herida. Y no se hizo.

    El día cinco de mayo, pues, creo que no será un buen día. Ni para los que ganen ni para los que pierdan. A no ser que sean aún más tontos de lo que parece. Esta batalla no tendrá vencedores. Sí, sin embargo, perdedores.

    29 abr 2021 / 01:00
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