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Estos son tiempos decisivos

    AUNQUE algunos quieran dominar el mundo, o, al menos, su área de influencia (hay que ir acostumbrándose al vocabulario de la tensión global), lo cierto es que la mayoría de los conflictos siguen siendo muy locales, fronterizos, territoriales, vecinales, como decíamos el otro día. La cuestión es que ahora todo repercute con facilidad en las cuatro esquinas del mundo.

    Por supuesto, la inestabilidad del orden mundial, ese temblor, lo envuelve todo. En poco tiempo la mejor de las edades posibles, que decía alguno, lleva camino de convertirse en un infierno. Si no ‘de facto’, o eso esperamos, al menos sí desde el punto de vista psicológico y emocional. La gente resiste mucho, hasta que deja de resistir. Se ha hablado de conatos de rebelión social en algunas partes y hay sociedades ricas, tradicionalmente muy cohesionadas, que se han dividido por la gran epidemia de la demagogia.

    Hemos esbozado aquí en otras ocasiones la preocupante deriva de estas últimas décadas, un tiempo de cambio profundo, sobre todo desde el punto de vista tecnológico, que tal vez no estamos consiguiendo asimilar. Este empacho digital que se manifiesta a cada paso puede anunciar tiempos maravillosos, pero, mientras esperamos a que eso ocurra, presenta numerosos problemas. Está siendo utilizado para el engaño, para la manipulación, para la verborrea, para dirigir nuestro pensamiento. Para tensionar, algo que, por lo visto, favorece a algunos. Y sí, también para muchas cosas buenas. Como pasa con todo lo nuevo, aún no entendemos bien el mundo en el que estamos empezando a vivir.

    Este futuro que viene, si es que no ha llegado, obligará a los líderes políticos a tomar decisiones extraordinarias, novedosas, increíbles. ¿Estarán a la altura? Y, sobre todo, ¿estaremos nosotros a la altura a la hora de elegirlos? Allá donde haya democracias, naturalmente... Las propias democracias se encuentran en grave aprieto, como ha dicho Biden, como han señalado los líderes europeos, porque están siendo sacudidas por nuevas ideas disruptivas, por el intento demoledor de populismos, por las maniobras increíbles de la propaganda. Somos nosotros los que tenemos que detener esa deriva.

    Cuesta trabajo creer, como hemos escrito aquí en otras ocasiones, que estemos alcanzando una acumulación de graves problemas locales, que se traducen en graves problemas globales, sin que los liderazgos políticos sean realmente capaces de acometer soluciones creíbles. Por supuesto, somos conscientes de que existen fuerzas interesadas en provocar cambios drásticos, algo que quizás siempre ha ocurrido, pero no hasta el punto de utilizar un lenguaje de confrontación, que incluye menciones a la guerra nuclear. No esperábamos esto de un mundo evolucionado, de un ser humano evolucionado. No sólo siento gran decepción, sino que cada vez parece más obvio, como se señala con reiteración, que no llegan a la política las mentes que quizás se necesitan para acometer semejantes retos.

    La situación del mundo, cada vez más enfrentado, inestable, azotado por el cambio climático, poblado por intereses a veces difícilmente justificables, anclado en luchas territoriales y locales que parecen de otro tiempo, no admite este descenso hacia la frivolidad, hacia la charlatanería, hacia el lenguaje irracional. Creo que estamos haciendo muchas cosas mal, pero quizás aún no lo hemos estropeado todo. Estos son tiempos decisivos.

    16 ago 2022 / 01:00
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