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¡Estoy bien, madre!

    MADRE soy Abul, su hijo. ¡Sí madre, soy yo! Me he metido en su sueño para hablarle y decirle que aunque esté sufriendo porque hace más de un año que no sabe de mi, ya no debe sufrir más. He muerto hace unos días en la valla de Melilla, una valla alta metálica que separa Marruecos de España, el primer país de Europa donde le dije que iba a llegar o a morir en el intento, para poder trabajar y enviarles dinero a usted y a mis seis hermanos pequeños. Lo siento muchísimo madre. Siento haberles fallado. Estuve a punto de conseguirlo después de un año de lucha y sufrimiento en el que he pasado cosas como que intentaran quemarme vivo, violarme, morir de hambre y sed, tener que pelear para comer, que me hayan robado el dinero que conseguí tras trabajar en un campo 2 meses 16 horas diarias... y mil vicisitudes más. ¡Todas horribles!

    Pero lo único que me hacía soportable vivir lo que iba viviendo, era pensar que cada vez faltaba menos para llegar “al dorado”, “a la Tierra Prometida”, “al Paraíso en la Tierra”. La verdad, madre, es que se lo cuento porque no quiero que esté el resto de tu vida pensando qué fue de mi, o peor aún que pensase que conseguí mi sueño de llegar a Europa, que prosperé y que me olvidé de usted y de mis hermanos. ¡Y yo nunca haría eso! Yo le prometí a padre, horas antes de morir por las fiebres, que cuidaría de usted y del resto de la familia. Y esa promesa es la que me dio fuerzas a mis 16 años para marcharme de Sudán del Sur. ¡Estuve a punto de conseguirlo madre!

    Un mes antes de intentar saltar la valla, me dijeron que había que trabajar o prostituirse para ganar algo de dinero que nos iba a hacer falta justo antes de intentarlo. Luego supe por qué. Yo decidí trabajar, pero hubo algunos compañeros que estaban tan agotados y enfermos que prefirieron prostituirse porque no tenían fuerza para hacer otra cosa. Horas antes de asaltar la valla unos hombres nos pidieron todo el dinero que teníamos y a cambio nos dieron unas rudimentarias armas hechas a mano, y ganchos y garfios para poder trepar, e incluso algunos consiguieron tornillos con los que agujerear las zapatillas y fabricar una especie de crampones para que los pies también pudieran engancharse a la valla.

    Ahora que estoy al otro lado de la vida, donde se tiene toda la sabiduría, la conciencia, la consciencia, la inteligencia, y el entendimiento de todo lo que pasa “ahí abajo”, comprendo el miedo de la policía marroquí y española, cuando lo que se les echa encima es una turba multitudinaria de personas desesperadas y armadas, que han dejado a sus familias atrás, que han visto durante meses morir a compañeros de travesía, que han pasado hambre, sed, miedo, calor, frío, agotamiento, y que por todo lo vivido, ya no le tienen respeto ni miedo a nada ni a nadie, y que lo único que piensan es en cruzar la frontera cueste lo que cueste. Ahora comprendo que está muy mal también lo que los que intentábamos cruzar hemos hecho.

    Ellos, los policías, también son seres humanos, que trabajan para alimentar a sus familias, que obviamente tienen miedo y que cuando se ven en inferioridad de condiciones con respecto a nosotros, que es la mayoría de las veces, reaccionan ante nuestro dolor y nuestras circunstancias con una gran indiferencia, e incluso a veces con crueldad. Pero ya le digo que no los culpo. Ahora ya lo entiendo todo. Desde aquí arriba se ve y se entiende como hay dos mundos que son prácticamente irreconciliables, porque ni esa Europa a la que queremos llegar tiene sitio ni capacidad para acogernos a todos los que queremos llegar, ni los europeos conocen las condiciones de vida de extrema pobreza en la que vivimos nosotros. Es más, ni se la imaginan, ni serían capaces siquiera de situar en un mapa donde está Sudán del Sur.

    No saben que excepto en la capital, Yuba, ni siquiera hay luz o agua corriente, y que en la mayoría de los pueblos incluso se aran los campos literalmente con las manos, para tratar de arrancarle a una tierra baldía y desértica algo con lo que poder alimentar a la familia. Ahora que estoy “al otro lado de la VIDA”, me da pena que “ahí abajo” no se entienda que todo forma parte de un pacto de almas, en el que TODOS vamos a tener que experimentarlo TODO. Es decir que usted madre, mis hermanos, yo mismo, ya fuimos “ricos” en otro viaje y que probablemente también lo hicimos mal con los sudaneses. Y estaremos metidos en esta rueda interminable hasta que hayamos evolucionado lo suficiente como para que comprendamos que no podemos permitir que mientras unos viven en abundancia, otros lo hagan en pobreza extrema, y actuemos en consecuencia. Por aquí he visto a mucha gente del poblado ya y otra gente interesante.

    Cuando cerré los ojos allí abajo después de morir casi asfixiado y desangrado, y los volví a abrir a este lado después de traspasar un túnel de luz, me recibió padre con un gran abrazo y luego vi a los abuelos y a los tíos... ¿Sabe madre? Aquí no hay hambre, ni enfermedades, ni dolor, ni sufrimiento como se conocen “ahí abajo”. Aquí hay luz, hay paz, la consciencia se expande y eres capaz de comprender incluso a los que te hicieron daño. No hay rencor, porque te das cuenta de que todo el mal que nos hacemos los unos a los otros en la Tierra es fruto solo de la inconsciencia y del miedo.

    Esta mañana me encontré a un señor que llegó hace meses aquí. Se llama Franco Batiatto, cantante italiano, y me cantó una de sus canciones que compuso ahí abajo y que en una estrofa dice: “aquí estaremos ( refiriéndose a la Tierra) por los siglos de los siglos, hasta curar completamente las heridas”. Las heridas son esa inconsciencia y falta de amor que genera todos los males. Y en otra canción dice: “...ser UNO por encima del bien y del mal”. Aquí ya sabemos que TODOS somos UNO. Lo que le sucede a tu hermano te sucede a ti, y todos somos hermanos.

    Que claro se ve aquí madre y que ciegos estamos cuando vivimos ”ahí abajo”. El día que comprendamos que yo soy el otro y el otro soy yo, no volveremos a empuñar un arma contra un hombre que trata de defender su frontera porque es su deber, porque así alimenta a su familia. Y ese hombre jamás sería capaz de golpearme, pisarme, dejarme morir desangrado. El día que ahí abajo se comprenda que el dolor del mundo: los pobres, las víctimas de guerras y catástrofes, los hambrientos, los refugiados, los inmigrantes, los enfermos.... solo están ahí para dar la oportunidad a los otros de redimirse, de despertar, de comprender, de actuar, de crecer espiritualmente... Ese día habremos llegado a la iluminación y ya no hará falta volver nunca más a este ciclo de vida.

    No llores madre, enjuga tus lagrimas. Pronto te reunirás conmigo y también mis hermanos. Por culpa del cambio climático, en breve habrá una nueva hambruna de la que no escapareis, porque desgraciadamente gran parte de la humanidad sigue dormida y cuando suceden desgracias como la guerra de Ucrania, o lo de la valla de Melilla, muchos abren un ojo, pero pasado un rato la mayoría lo vuelve a cerrar. Abrace mucho a mis hermanos madre. El amor es la única esperanza. Yo la abrazo a usted desde aquí con toda mi alma, que es lo que ya soy... ¡Desgraciadamente nos vemos pronto!

    03 jul 2022 / 01:00
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