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Estrategia de Acción Exterior

    EL Gobierno está inmerso en la elaboración de la Estrategia de Acción Exterior 2020-2023. Constituye un proyecto ambicioso, especialmente en un momento como el actual, lleno de retos, desafíos y grandes transformaciones. Hasta la fecha contábamos con el plan de 2015, accesible en la web del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Ahora se pretende revisar el papel de España en términos diplomáticos, geopolíticos y de Defensa, Seguridad e Inteligencia; pero también a nivel económico y empresarial.

    Recuerden que el propio Obama manifestó que su diplomacia debía ser, ante todo, económica. Y así lo ha mantenido Donald Trump, pese a saltarse algunos de los principios en los que debe basarse hoy día un irremediable multilateralismo no exento de ciertos postulados proteccionistas (a poder ser no lesivos) que el propio Joe Biden asume.

    España debe asegurar su cohesión territorial, al tiempo que hacer valer su pasado, su emplazamiento geoestratégico, y su papel esencial tanto en términos de interlocutor con América Latina, como de territorio de tránsito entre África y la Unión Europea, o entre el Atlántico y el área del Mediterráneo, Oriente Próximo incluido. Así lo vemos, al menos, desde el Observatorio de Política Internacional y Relaciones Transculturales OPIRET que tengo el privilegio de dirigir en la UDC, y con el que colaboran, a través de distintos proyectos de investigación, académicos, expertos y analistas de las más diversas partes del mundo. Y aunque nuestros estudios siempre llevan el marchamo de la prudencia, sí podemos decir que aun en circunstancias sobrevenidas como la actual, no podemos dejar de reivindicar una influencia internacional que nunca debimos haber perdido.

    Urge visibilizarnos junto al eje franco-alemán (el propio Biden lo ha priorizado al mismo nivel que a Reino Unido). Nuestra conexión con Portugal, asociación con Italia, y colaboración con Francia, devienen esenciales, tanto en materia empresarial, como migratoria y de Seguridad. Nuestra neutralidad política, al tiempo que nuestras convicciones democráticas, deben prevalecer y resultar ejemplares tanto en Argentina, México, Colombia, Perú, Chile y Brasil, como en Venezuela, Cuba, Nicaragua o Bolivia, pues nuestros hermanos del otro lado del Atlántico así nos lo demandan. Y nuestros intereses en Túnez, Argelia, Libia y Marruecos, deben ser igual de esenciales que nuestra colaboración económica y migratoria con Mauritania, Senegal, Ghana o Nigeria.

    Nuestras carencias energéticas, industriales y de Defensa, tendrían que hacernos ver y asumir que nuestra alianza militar con EE. UU. a través de Rota y Morón, es tan esencial como nuestros convenios con Rusia, y como la ineludible presencia de China en nuestro territorio. Así pues, y dada nuestra trayectoria y posibilidades, dejémonos querer por unos y otros, y reforcemos nuestra función mediadora incluso entre potencias en discordia.

    15 nov 2020 / 00:00
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