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Feijóo, el expreso de medianoche

Hace ya unos cuantos años, cuando la Real Academia Española dictó, entre otras infelices normas que según sus eruditos dan esplendor a la lengua, la obligación (relativa, la RAE sólo le impone al que puede) de unir en la escritura el prefijo ex a la palabra a la que acompaña y le modifica el significado, apareció por los ordenadores de las redacciones una información de la Agencia Efe con un subtitular cuyo sujeto era (del predicado no me acuerdo) “El expreso de Bilbao...”. Y no se refería a un tren de medianoche, sino a un miembro de ETA que había salido de la cárcel. Podría haber sido también un café, aunque esta interpretación ya sería algo más extraña, pues no hay noticia, que se sepa, de que haya plantaciones de esta aromática semilla en Bilbao, por mucho que presuman los de Bilbao de que esta ciudad es en sí misma un mapamundi físico, humano y económico.

Este expreso que aprovechó las ambigüedades lingüísticas creadas innecesariamente por la Academia para infiltrarse en la semántica del castellano con diversidad de significados es el medio de locomoción ideal de Feijóo para llegar a su estación final, La Moncloa, casi sin ser advertido. El líder nacional del PP es una persona acostumbrada a saltar de un tren a otro desde los tiernos años de su infancia, por lo que su figura desprende, entre otros aromas y misterios, una cierta aureola gris de espía novelesco al que no resulta fácil seguirle los pasos. Su existencia va de vagón en vagón desde que, a sus 10 años, uno lo recogió un día temprano en su ferroviario pueblo de Os Peares y esa noche fue la primera de muchas en que durmió en un internado religioso de León. Varios cursos después, otro convoy lo trajo de vuelta y lo condujo por los diferentes andenes en los que transcurrió su vida, hasta llegar a Monte Pío. A sus casi 62 años (los cumplirá el 10 de septiembre, pero ese es un tren del que hoy no toca hablar), Feijóo es un ex de tantas cosas que sólo le falta ser un exFeijóo, estado ontológicamente imposible hasta para los del Bilbao, pero no para alguien como él que nació en una tierra tan mágica como la gallega.

El prefijo ex es puñetero. Feijóo no lo usó para describir el jet-foil, el medio de transporte en el que supuestamente él se desplazaría desde Lanzarote a La Palma para no coger el Falcon (como hizo Sánchez) y hay quien le recordó que hace diecisiete años que este ferry no está en funcionamiento. Lejos de Galicia, la vida no es tan poética como aquí y la gente interpreta las palabras al pie de la letra. Pero la gente lo que no conoce es a Feijóo y su capacidad para moverse de forma indetectable por los laberintos de la política, de modo que tampoco sabrá reconocer el mensaje que metafóricamente quiso transmitir a los españoles cuando atacó de esa forma a Sánchez y al uso indiscriminado que hace de su avión oficial. Feijóo, para quien sabe interpretarlo, salió de su aparente abstracción al reconocer su propensión a circular en medios imposibles, invisibles o ya inexistentes, pero concretó que su aspiración de decidir sobre el Falcon es real, mensaje que inyectó en el inconsciente colectivo a través de una crítica al presidente para no tener necesidad de hacer patente directamente sus altas ambiciones políticas.

En Bilbao o en cualquier otro sitio de la Península, puede este expreso puesto en marcha por Feijóo dárselas de café con leche con estas argucias, pero en Galicia conocemos bien este discurso. En 2009, cuando era candidato a la Xunta, donde por voluntad propia ahora ya sólo es un ex, persiguió de cerca al Falcon del socialista Touriño, es decir, al Audi oficial del presidente del Gobierno gallego que demonizó por su supuesto lujo. Cuanto más veía que se acercaba en las encuestas a la victoria, más aceleraba Feijóo para echar de la carretera, como acabó haciendo, al jefe del Bipartito. Llegó a comparar su Audi con el coche de Obama, el primer y único presidente de color de EEUU, para dejar claro que Touriño era el candidato oscuro, no por su tipo de piel sino por la gama de sus ruedas negras.

Ahora, con exactitud (que no significa ex actitud, sino todo lo contrario), Feijóo repite esta estrategia que pretende construir con el Audi y el Falcon toda una factoría de expresidentes. Aunque el Falcon y quien vuela dentro son más rápidos y, por lo tanto, más difíciles de perseguir, el exmandatario de la Xunta lo intentará desde el subsuelo de la política, donde viaja por una red de Metro que ya quisiera Ayuso para el traslado de pasajeros de Madrid.

Pero desde el transporte de superficie de la capital, el Gobierno también sabe disparar a las madrigueras feijonianas. Fíjense en Calviño: “Ya sabemos que Feijóo prefiere el yate al Falcon”. Feijóo se convirtió en un expreso de medianoche que va derecho a La Moncloa, pero justa o injustamente, todavía no es un expreso de sus acciones pasadas.

26 ago 2022 / 01:00
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