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Feijóo o la fiereza de Rajoy

De un aparatoso accidente de helicóptero, como el que sufrieron Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre en Móstoles el ya lejano 1 de diciembre de 2005, fue posible que esta pareja saliese ilesa, pero de una confrontación política entre los mismos protagonistas, no. He aquí el mejor ejemplo de la enorme agresividad que la actividad pública en ocasiones requiere y del desmesurado desgaste que supone para dirigentes enfrentados, aun perteneciendo al mismo partido. La caída a plomo que sufrieron aquel día el que seis años más tarde sería presidente del Gobierno y la entonces presidenta de la comunidad de Madrid no fue nada, en términos de evaluación de daños, con lo que significó su pelea por el control del Partido Popular. Sobre todo a los niveles psicológico y de imagen. Y si la madrileña salió más ufana y ligera del autogiro empotrado espectacularmente contra ese suelo tenuemente arenoso que rodeaba la plaza de toros desde donde habían despegado minutos antes, como los buenos diestros que también salen por todo lo alto (a hombros), el gallego supo imponerse en la larga y trabada partida de ajedrez que durante años disputaron para intentar hacerse con el control de su formación política.

Mariano Rajoy tenía y tiene fama de persona pasiva e indolente, que desde su sillón deja que el tiempo fluya despacio en su beneficio, cuando sabe que a sus rivales se les hará más largo el paso de los días. Siempre prefirió este método conservador para que se le arreglasen sus problemas sin necesidad de llegar a tomar decisiones ni incorporarse de manera enérgica a la arena. Pero cuando tuvo que hacerlo, y en el caso de Esperanza Aguirre llegó un momento en que lo vio claro, no dudó en mostrar su cara más combativa y hasta belicosa. Era la lideresa capitalina o él y se lanzó directamente a su yugular. Recuerden aquel 19 de abril de 2008, mes y pico después de haber perdido sus segundas generales ante el socialista Rodríguez Zapatero y asediado por el ímpetu de Aguirre y de su pelotón mediático madrileño de largo alcance, que buscaban la sucesión, cuando Rajoy le lanzó una clara advertencia sobre sus intenciones de pelear para lograr su reelección al frente del PP, en un mitin celebrado en Elche: “Yo no soy el candidato de ningún periódico y si alguien se quiere ir al Partido Liberal, que se vaya”. Todavía años más tarde, Esperanza Aguirre reconocía haberse sentido sobresaltada por esta dura reacción de su rival interno, que de ningún modo esperaba: Rajoy la había invitado nada menos que a abandonar el partido, a ella, con la que había compartido Gobierno en la etapa presidencial de Aznar.

Sirva esta algo dramática introducción para ilustrar que los conflictos entre la cúpula del PP madrileño y la del nacional no son de reciente aparición, fruto de la codicia política desmedida de Isabel Díaz Ayuso, que claramente pretende convertirse en un día no muy lejano en la presidenta del principal partido conservador y su candidata a La Moncloa. La actual mandamás madrileña no hace sino seguir los mismos pasos que en su día recorrió Aguirre, aunque en el caso de esta última se encontró con un presidente nacional enérgico que le recortó las alas.

Rajoy, personaje muchas veces apático pero muy pocas negligente, comprendió inmediatamente lo que Casado nunca entendió y a Feijóo todavía le cuesta: a una dirigente ambiciosa y con poder como Esperanza (ahora Ayuso) o se la derrota o te pasa por encima. Nunca se conformará con la firma de una paz que la relegue a una posición secundaria en el ámbito de la política nacional. Mariano usó al alcalde Gallardón como su ariete contra Aguirre en los pasillos interiores del PP madrileño, y aunque este regidor de la capital de España nunca pudo con su contrincante interna que ocupaba la presidencia de la comunidad, sí melló su imagen de baronesa autonómica sin contestación alguna. Fue un contrapeso que le imposibilitó volar sin impedimentos a estatus más altos dentro del organigrama de Génova. Y luego, llegada la hora de la verdad, cuando parecía pasar por sus horas más bajas tras dos derrotas consecutivas con ZP, Rajoy resurgió ganándose el apoyo de los barones de Galicia, Castilla y León, Andalucía y Valencia que le aseguraban el liderazgo y fue entonces cuando le descargó el órdago fulminante a Esperanza: si no estás a gusto, vete al Partido Liberal.

Feijóo, para esta lucha contra Ayuso, no puede contar con un Almeida perdido entre las faldas de la presidenta, sobre todo ahora que la imagen del alcalde madrileño decayó por el caso mascarillas. Pero, tarde o temprano, el príncipe de Os Peares tendrá que recontar sus apoyos y enfrentarse a la reina de Sol para zanjar de una vez por todas la batalla por el liderazgo real del partido. Ahora tiene el inconveniente del carrusel electoral a la vista, locales, madrileñas y generales. Necesita a una Ayuso fuerte electoralmente, pero ese también es su gran peligro.

16 nov 2022 / 01:00
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