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Fopiani

No voy a decir ahora que cada día nace un genio. Pero, a tenor de lo que estoy leyendo últimamente, me dan muchas ganas de firmarlo donde haga falta. El último que me ha provocado esa reflexión es un tipo curioso de Cádiz, y cuya profesión es ni más ni menos que sargento de Infantería de Marina. Y no sólo. Ha sido, para colmo, jefe de los Equipos Operativos de Seguridad (los EOS) en el norte de Europa, el golfo Pérsico, el mar Rojo, Turquía, Egipto e Irak. Ha visto mucho mundo, y me sorprende, con una puñalada de envidia clavada en el fondo del corazón, que haya conseguido uno de mis sueños dorados (lo afirma en una nota final en su último libro): ver, fotografiar, una aurora boreal. De hecho, desde que me contaron lo mismo Jorge, el del desgraciadamente extinto Galo D’Ouro y Pemón Bouzas, hay pocas cosas en que piense con más insistencia. Lo de éstos ocurrió en Alaska. Lo del escritor y marino a que me estoy refiriendo, en una fragata, mientras se adentraban en los fiordos noruegos. En esa misma nota final, nuestro hombre confesaba su deuda con la reverendísima Agatha Christie y la explosión que supuso la aparición de personajes míticos e inmortales como Hércules Poirot y la encantadora Miss Marple (“¡Oh!, qué tonta he sido...”). Pues bien. Hablo de Daniel Fopiani, una mente privilegiada y tremendamente lúcida...

ALBORÁN. Fopiani ya había publicado La carcoma, premio Valencia Nova de Narrativa en 2017 y La melodía de la oscuridad, finalista en el Cartagena Negra de 2020. Sale ahora, en Espasa, El corazón de los ahogados. Observo que ha despertado la atención entre los grandes narradores actuales. Dos piedras angulares, certeros siempre en sus opiniones, como lo son Javier Castillo y Lorenzo Silva, se han deshecho en elogios sobre su obra. Y esta última, señoras y señores, va a provocar más de un infarto. Voy a intentar sintetizársela sin necesidad de adelantar acontecimientos. Ocurre en la Isla de Alborán, un archiconocido enclave mediterráneo donde habitualmente suelen naufragar docenas de pateras. Hasta allí suele desplazarse una unidad de la marina militar para cubrir, ayudar y organizar los problemas derivados de ese tipo de sucesos. Hay un civil, botánico, que desplaza la Junta de Andalucía, pues, a mayores, la población avícola está protegida. En una de esas misiones, se descubre un ritual macabro en el camposanto de la isla: una cabeza africana en el centro de un círculo de gaviotas a las que se les ha insertado cabezas de muñecas. Será el principio de una masacre absolutamente demoledora. Al frente, la fascinante sargento Julia Cervantes...

28 feb 2022 / 01:00
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