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‘GAMING’ no es ningún juego

    GAMING significa juego, pero es también el acrónimo anglosajón de la agenda ideológica de la izquierda: Gender, Abortion, Migration, INdigenous y Green. Aborto libre como mecanismo de reducción de población; puertas abiertas a la migración, convirtiendo en derecho la nueva versión de la trata de seres humanos que sirven como reemplazo de los que no nacen; indigenismo basado en obsoletas ideas de razas puras, acompañado del correspondiente revisionismo histórico, especialmente aliñado de hispanofobia y, por último, el ecologismo (green as the new red), oportunista según convenga, llevado si es preciso al extremo de reducir al hombre a un simple animal más, el más dañino, presentándolo como una plaga del que debemos proteger a la Madre Tierra, burda sustituta del Padre Dios, en su lucha contra un heteropatriarcado.

    Se ha conformado un paquete cerrado, un todo al que el verdadero progresista debe adherirse sin matices. Todos los temas están conectados y se plantean juntos para tratar de hundir a los viejos enemigos: la democracia liberal, el cristianismo y su sistema de valores. Las experiencias comunistas fallidas no fueron verdadero comunismo; si no eres feminista de izquierdas, no eres verdadera feminista; si no eres homosexual de bandera arco iris, no eres un buen homosexual; si no pones por delante tu color de piel, no tienes conciencia de raza y eres cómplice del racismo sistémico.

    Hay que imponer a los estados europeos un sentimiento de culpa por su historia de exploraciones y colonizaciones para que se avergüencen de sus orígenes, rompan con la tradición y abandonen sus valores y principios. Da igual si un país como España era más pobre que Venezuela en 1940, se trata de que la gente crea que ahora somos más ricos por el oro que trajimos de América hace 500 años (por cierto el 80 % de lo extraído se quedó allí). Todo bien aliñado de dos elementos que facilitan la penetración en las mentes reblandecidas por la ausencia del bien y el mal: el buenismo y el victimismo.

    Una vez se imponga la agenda, el disidente será anatemizado, proscrito y acusado de delitos de odio. Diagnosticado con “disforia ideológica” (término acuñado por la ideología de género que equivale a algo “no soportable”) la sociedad tendrá derecho a protegerse y desposeerle de sus derechos. Se creará la utopía de un mundo feliz donde las diferencias no serán causa de conflictos, no porque hayamos aprendido a convivir, sino porque se habrán abolido, profesándose un solo credo mundial obligatorio.

    Todos han de pensar lo mismo (lo que diga el lobby) y no discrepar de la verdadera “Fe”, porque fuera de ella no hay salvación y sólo la condenación eterna a las llamas de la extrema derecha. Jon Juaristi recordaba que cuando el movimiento Comunión y Liberación se acercó a los obreros en los años 70, la izquierda, con ese miedo perenne a los competidores que le puedan disputar a los que considera suyos, reaccionó tachándolos de ser de extrema derecha.

    En definitiva, todo el que ofrezca una explicación alternativa sobre género, aborto, migraciones, indigenismo o ecologismo (el pack completo de la agenda), será expulsado del paraíso de la izquierda y tachado por la nueva inquisición de homófobo, machista, fascista, racista, genocida o antiecologista; y no podrá opinar y mucho menos dedicarse a la educación (puede que ni siquiera a la de sus hijos). GAMING no es ningún juego.

    22 oct 2020 / 00:00
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