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Gobernantes serios y otros de pandereta

    TODOS los Estados, a través de sus parlamentos, asambleas o como se llamen en cada caso, tienen la potestad de dictar las normas de convivencia, que son las leyes. Los gobiernos tienen la obligación de aplicarlas y los jueces de velar porque así sea y que no se incumplan o se haga de forma arbitraria. Las leyes deben afectar a todas las personas por igual independientemente de su estatus social, político, o de otra clase. Desgraciadamente esto no siempre ocurre y en unos sitios mas que en otros.

    Cuando el trato que dan las autoridades es diferente según sea la persona a la que hay que aplicar una determinada ley, la gente se ofende y termina no teniendo fe en las instituciones de su
    país, porque si esto ocurre frecuentemente indica que los que las ostentan son personas incompetentes o lo que es peor, carentes de ética.

    Las leyes están para cumplirlas, se esté o no de acuerdo con ellas. Es posible que una persona que disienta de una norma en particular trate de eludirla, pero es comprensible que si la autoridad lo caza, le aplique la ley con todo rigor. Esto no siempre ocurre. No ya que al que infringe la ley no le se le aplique el correspondiente correctivo, lo peor es cuando las mismas autoridades que dictan las leyes sean las que las incumplen. Entonces, en la ciudadanía aparecen tres sentimientos. El primero consiste en desconfiar de la autoridad, el segundo no creer en las instituciones y, por último, tratar de no acatar las leyes dictadas por esas autoridades que son los primeros en no cumplirlas.

    El rigor con que se aplican las leyes, independientemente de la persona afectada, es lo que diferencia a las autoridades serias de un país o de las que lo son menos. En los países en que se actúa con seriedad, los ciudadanos se sienten seguros, mientras que en los segundos se consideran discriminados, cuando no desprotegidos.

    Australia es un país con autoridades políticas serias. Allí rigen unas leyes de inmigración de obligado cumplimiento para las personas que quieren entrar. Resulta que el famoso tenista serbio Djokovic, nada menos que el número uno del mundo, ha tratado de burlar las leyes de inmigración y ha sido descubierto. Se dicta orden de expulsión, él la recurre, y un juez suspende la orden por defectos de forma, no por el fondo. Después las autoridades rechazan sus argumentos y por fin es extraditado. En mi opinión hay que aplaudir a esa nación porque ha aplicado la ley aún tratándose de un famoso y haber sufrido tremendas presiones diplomáticas por parte de Serbia. Ese es un país con autoridades políticas serias.

    Dos ejemplos de países en que ocurre todo lo contrario: España (y lo siento en el alma) y Marruecos.

    Es conocido el caso de la entrada ilegal en España del líder saharaui Brahim Gali, traído por las autoridades políticas incumpliendo palmariamente las leyes al respecto. Entra nada menos que con un pasaporte falso y saltándose todos los controles aduaneros. El Gobierno alega para ello motivos humanitarios, lo cual no es óbice para que entre en España saltándose la ley, cuando pudo hacerlo legalmente. Esperaban ilusa e inocentemente que la cosa no iba a trascender. Esta ilegalidad nos ha costado un serio conflicto diplomático con Marruecos. No digamos nada con el caso de Delcy Rodríguez, en el que a sabiendas el ejecutivo ha incumplido la ley que le impedía entrar en la Unión Europea. Fue recibida nada menos que por Ábalos, entonces ministro del Gobierno de España.

    Con respecto a Marruecos la cosa es parecida. El reino de Marruecos emite una ley cerrando las fronteras con el fin de evitar la difusión del covid. Debido a esto muchas personas no han podido reunirse con sus familias porque estaban en el extranjero. Se podrá o no estar de acuerdo con la norma, pero mientras esté vigente hay que cumplirla. Y esto reza para todos, independientemente de su estatus. Sin embargo, el otro día leí que la ley se incumplió para que entrara un, al parecer, famoso luchador alemán de origen marroquí. La razón es que tiene una gran amistad con el rey de Marruecos.

    Con esto vemos la diferencia entre unos países y otros. Y esto depende de las personas que detenten el poder en cada momento. Yo estaría orgulloso de mis autoridades si fuera australiano por la expulsión del tenista y estoy irritado de que en España gobiernen semejantes políticos.

    18 ene 2022 / 01:00
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