Guerras en 2023
ESTE 2023 que acaba de empezar seguirá siendo un año de guerras y luchas, de desafíos y retos bélicos y humanitarios. Unos acapararán todo el protagonismo mediático y político. Otros conflictos, desgraciadamente, pasarán más desapercibidos, como si no fuesen importantes ni rentables para un mundo occidental que sólo adopta una visión integral y un interés global cuando así lo desea o le conviene. Y algunos, quizá demasiados, serán disimulados, e incluso ocultados por los gobiernos o los grupos de poder en ellos implicados.
La invasión rusa de Ucrania seguirá copando portadas y noticieros. Las dificultades para alcanzar un acuerdo de paz, las exigencias desorbitadas de Rusia, y las condiciones expuestas por Kiev e inaceptables para un Kremlin que se juega su credibilidad, así lo auguran. Ni un alto el fuego limitado, convenenciero y unilateral, aunque venga de Putin, logra tranquilizarnos.
Entretanto, los desgarradores conflictos militares y civiles que no terminan de resolverse en nuestro continente vecino continuarán ignorados, como si lo que aconteciese en Etiopía, al este del Congo, en el contexto yemení, o en zonas del Sahel como Malí, Burkina Faso y Níger, no nos afectasen aquí en términos de presión migratoria, desafío terrorista, crisis humanitaria, desgaste económico, o vulneración de esos derechos humanos que sólo reivindicamos cuando nos conviene.
Hasta nos hemos olvidado del sufrimiento de una población siria que no cuenta con un estatus de pacificación a corto plazo, y donde los enfrentamientos armados siguen siendo el pan de cada día, ya sea por ataques a objetivos kurdos en el norte, o por misiones frente a facciones yihadistas en tantas otras partes del país. Pero cómo preocuparnos por la implicación de Ruanda, o de Uganda, en la crisis del Congo, cuando ni siquiera nos alteramos por lo que acontece en Nagorno Karabaj, ni nos inquieta el sufrimiento de su población armenia en territorio azerbaiyano.
Eso sí, celebramos el reciente y aparente control de la inmigración africana gracias a los convenios con los países de origen, con la misma candidez con la que ignoramos el aumento de migrantes hacia Reino Unido a través del Canal de la Mancha, o la desidia con la que desechamos los informes que indican que la situación en la frontera entre EE.UU. y México, aun gobernando Biden, no ha hecho más que empeorar.
Pero si de lo que se trata es de mirar hacia otro lado cuando lo que vemos no nos satisface o afecta, nada mejor que ignorar la inseguridad que sufren los líderes opositores en Bolivia, Venezuela, Rusia, Irán o China; o el récord de periodistas asesinados en 2022 en un México cuyo presidente, además de seguir señalando a los reporteros críticos con su gestión, pretende aumentar su popularidad ensañándose con España.