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el confidente

Julio Argentino Roca nació el 17 de julio de 1843 y fue bautizado así “por ser Julio el mes de la Patria y Argentino porque espero que haga cosas grandes por el país”, según el relato de su propia madre, para justificar el nombre de su quinto hijo. Y el deseo se hizo realidad: Roca fue General muy joven y luego dos veces Presidente de la Nación Argentina, la primera con solo 37 años. Considerado por muchos como un gran adelantado a su época, admirado, respetado y también en varios casos cuestionado, es sin dudas una de las grandes personalidades políticas y militares de la historia nacional.

Transformó al país. Siendo General y temiendo a la futura ocupación de territorios patágonicos por el ejército chileno, fue autorizado a encabezar la “Conquista al Desierto”, sumando millones de hectáreas a la República Argentina. Durante sus presidencias, extendió los ferrocarriles y creó los puertos más importantes, aumentó la inversión extranjera, estableció el Registro Civil y fundamentalmente, sancionó la Ley 1420 que garantizaba la educación gratuita y obligatoria para todos los ciudadanos del país.

Apodado “El Zorro”, por mantenerse siempre un paso delante de todos, aprovechando la pacificación política y el crecimiento de la economía, fue el pionero y mayor impulsor de la inmigración europea a gran escala hacia Argentina. Una vez finalizado su mandato, repartió su tiempo entre viajes a Europa, su casa en la ciudad y especialmente en “La Larga”, estancia de la localidad de Daireaux, en el sur bonaerense: un lugar de refugio respecto a los asuntos públicos, los viajes y la sociabilidad urbana y política. Allí es donde se genera un intercambio de correspondencia con un interlocutor muy particular.

Gumersindo García era un gallego, posiblemente originario de Monforte de Lemos, en Lugo, que a fuerza de lealtad y fidelidad, había ido ascendiendo de mucamo a mayordomo y llegó a convertirse en el confidente del ex presidente. También era el administrador de sus residencias, de su dinero y su bienestar: la mayoría de las cartas enviadas por Roca luego de concluir su segunda presidencia en 1905 hasta su muerte en 1914 tienen como principal destinatario a García, priorizandolo frente a su propia familia, colegas, militares o políticos.

Durante su etapa en el poder, Roca tuvo que acostumbrarse a administrar sus sentimientos y elegir cuidadosamente cada una de sus palabras debido a la repercusión que generaban. Por esa razón, al considerar a Gumersindo “dotado de una inteligencia natural” y ajeno a las élites que solía frecuentar, en sus cartas, fechadas en distintos años y ciudades, acostumbraba a expresar con naturalidad algunas de sus reflexiones más personales. “Nadie podrá reemplazarme en el Gobierno de la Nación”, fue una de sus primeras confesiones.

En una esquela desde su estancia le reconoce que la vida “es un buen trecho de permanencia en la tierra, y cuando quiera puede venir la muerte sin encontrarme en pecado ni remordimientos. Tenemos que morir, como todo lo creado”. Encontraba en Gumersindo las virtudes para que sea el receptor de sus pensamientos más reservados, confiando en que jamás lo traicionaría: Julio Roca aseguraba que el gallego “no tiene ningún interés que no esté asociado a mi persona”.

Además de sus tareas habituales, como ponerlo al tanto de asuntos económicos y domésticos, demostró una lealtad de hierro: en los días más conflictivos, el confidente había llegado a dormir en el piso, detrás de la puerta de la casa de su patrón, armado con un revólver para defenderlo en caso de ataques. García lo respetó en las buenas y en las malas, viviendo 27 años al servicio de Julio Roca. “Me he dejado ganar poco a poco por este hombre que es el arquetipo de la lealtad y el servicio prestado con cariño y devoción”, aseguró.

El ex presidente confiaba más en García que en sus propios hijos. El libro “Soy Roca”, de Felix Luna, evoca la situación en una de las esquelas recuperadas; “exceptuando a mis hermanos y, por supuesto, en su momento a Guillermina y Elena (dos amores que tuvo luego de la muerte de su esposa Clara Fuentes en 1890), nunca pude confiar enteramente en nadie. Mis hijas no son sensitivas ni son calurosas en la manifestación de sus sentimientos. En Gumersindo, pues, he volcado muchos pensamientos y reflexiones que no podrían tener otro destinatario”.

Estos manuscritos que se conservan en el Museo Roca de la Ciudad de Buenos Aires y nos permiten conocer más sobre esta relación de máxima confianza, contienen una carta que resume sus sentimientos hacia el gallego. En ella, Julio Argentino Roca escribe “hablando de amigos, tendría que decir que el mejor que tengo hoy es Gumersindo García. Espero que el haya de cerrar mis ojos cuando dé el último suspiro, porque no dudo que junto a su esposa Margarita, serán los que me lloren con más sinceridad cuando abandone este mundo”. Finalmente García cumplió el último deseo de su jefe, pero ya era mucho más que un empleado.

05 dic 2021 / 01:00
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