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Hablar de Galicia

    EN saco roto cayó la propuesta de la candidata a la presidenta de la Xunta por Ciudadanos, Beatriz Pino. Esgrimiendo razones como la necesidad de aminorar el gasto electoral así como evitar situaciones de riesgo, reclamó una reducción de la campaña electoral al resto de las formaciones que concurren a los comicios del #12J.

    Desde el Partido Popular, el asunto parece zanjado. Su candidato y presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoó, se observa concentrado en evitar aquel posible rebrote que tiraría por la borda una carta de presentación imbatible: la mejor gestión comparada de la pandemia.

    Frente al dilema planteado, no faltará quien esboce una sonrisa. Hace rato que se sospecha que los partidos viven lanzados a la promoción y venta permanente de su producto. Así lo recogió en 1980 el politólogo Sidney Blumenthal con la idea de la “campaña permanente”.

    Aunque suceda que no haya campaña entendida como una seguidilla de actos multitudinarios, el debate resulta insoslayable. Urge hablar de Galicia porque no es lo usual hacerlo en la forma a la que obliga una campaña. Supone un momento de excepción para dirimir entre relatos con propuestas para un futuro compartido.

    Otros hitos, tan escasos como parecidos, pudieran ser el 25 de Julio, Día de Galicia, o bien el debate sobre el estado de la autonomía, ésta última cada vez más conducida por un sendero de cifras.

    Pero hay otras razones. No solo porque se trata de un derecho constitucional a la información que tienen los votantes sino por la misma atipicidad sobrevenida por el covid-19 y que se argumenta para afectar la campaña. Por un lado, sus impactos, donde destaca el económico, con una contracción entre el 8,5 % y 12,7 % de la evolución de nuestra riqueza (que un rebrote elevaría a 19 % según el Foro Económico de Galicia) y, por otro, por una incierta salida por carecer todavía de vacuna.

    Frente a ello, ¿qué hacer con información que hoy parece superada como la del Indicador Regional de la OCDE, con datos sobre nuestros altos niveles de seguridad, sanidad y medio ambiente frente a deficiencias en educación, empleo o renta media, o la invitación de llegar a ser “un país más verde, familiar, joven e innovador” formuladas en un plan estratégico con el que Feijoó pretendía adelantarse una década?

    Igualmente, el mundo híbrido y en transición, donde convivirán lo analógico con una transformación digital que se ha visto acelerada en seis años, soporta mal reduccionismos como ese autogobierno que espantaría todos nuestros males según el BNG o la amenaza creciente que supondría el nacionalismo, levantada por Ciudadanos. Por cierto, existe evidencia acerca del castigo que los votantes infieren a los partidos por crear conflictos allí donde no existen.

    En el corto plazo, serán la sanidad y la economía (que debiera incluir los cuidados visibilizados por la enfermedad), los asuntos que concitarán la atención de los gallegos. También aquí funciona mejor un lenguaje que, tal como el usado para ir saliendo de la crisis pandémica, apela más a lo que nos une que a lo que nos separa. Si se trata de este último registro y, aunque se dice que no gusta de debates, Feijoó corre con ventaja.

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