Hace un año ya

LLEVAMOS ya un largo año padeciendo una pandemia. La especie humana se ha visto, en su conjunto, en manos de una enfermedad que resultó imprevisible, que puso en marcha el talento y el esfuerzo de nuestros investigadores, que nos mostró un sinfín de dificultades a la hora de afrontar el día a día para tantos y tantos que sufrieron este mal en sus cuerpos y para todos, en general, ya que se expandió, incontrolado, por todas partes.

Palabras como confinamiento se han incorporado a nuestras vidas. Hemos tenido que renunciar a la libertad de movimientos y nadie habría pensado que tuviese que vivir, en nuestra tierra, un toque de queda. Pero así es la vida, que nos ha traído una serie de experiencias que nos han hecho ver como el mejor futuro posible no es otro que la recuperación de lo que llamamos normalidad.

Estamos ahora, casi todos, a la espera de una vacuna que, según parece, aportará a nuestras vidas un mejor horizonte y, en este tiempo que entendemos como intermedio, caben muchas reflexiones. En todo caso, si la enfermedad nos respetó –o, al menos, nos dejó pasar–, podemos sentirnos sumamente afortunados. Han sido tantos los que la sufrieron en primera persona que lo que los demás hemos pasado, de soledad, de tristeza, de aislamiento, no ha sido prácticamente nada.

Si todo va como según parece pronto volveremos a lo ordinario, dejando atrás este perverso tiempo extraordinario; podremos encontrarnos con nuestros amigos y recuperar, si es recuperable, parte de lo mucho que hemos perdido. Pasó un año, sí, pero nos esperan, a todos, momentos que, seguramente, sabremos degustar mejor, con la idea de que todo vuelva a ser igual que antes. Un antes y un después en nuestras vidas fue este largo año de incertidumbres. Que venga la bonanza