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Hay muchos asuntos pendientes

    LA GUERRA en Ucrania tiene otros efectos nocivos: el olvido, o el abandono temporal, de muchos asuntos pendientes. La cumbre del G-20 nos mostró el nuevo orden del mundo, que prescinde de Rusia, al menos en su fórmula actual. Esta guerra desprestigia, empobrece y desorganiza al que la acomete. Más aún si no le van las cosas demasiado bien. Muchos ven la invasión como un tiro en el pie del propio Putin, que se ve obligado a ganar en el campo de batalla, no sólo por su deseo de hacerse con los territorios vecinos, si para poder subsistir y mantenerse contra viento y marea en el poder. Hay analistas que creen que sólo su retiro permitiría una nueva filosofía política, un abandono ruso del ardor guerrero, que en el G-20 se definió como algo impropio de esta era. Pero no hay seguridad sobre eso.

    Biden, como ya contamos aquí, llegó a Indonesia imbuido de la nueva energía de la victoria electoral de medio mandato. No es cuestión baladí. El presidente, que algunos ven titubeante, mantiene una línea segura en el asunto ruso, mayormente en voz baja. Pero su gran preocupación es China y un futuro que ya se intuye, y aún no vemos. La guerra en Ucrania es un gran inconveniente, sobre todo para Europa (y no digamos para Ucrania, claro), pero habrá de solucionarse. Biden sabe que Zelenski no puede aceptar una pérdida de territorios. Pero al tiempo cree que la guerra no puede eternizarse.

    No hay una solución rápida al conflicto, bastante equilibrado, como se ve, más desde la recuperación de Jersón. Kiev se enfrenta a un invierno de frío y dolor, pero Biden está en la pantalla de los equilibrios nucleares, que es un tema primordial. Hay, al parecer, contactos entre Rusia y Estados Unidos al respecto, y cabe decir que está bien que los haya. El mundo tensionado es invivible, sobre todo si la supervivencia está a expensas de que no se cometa un error. El inmenso problema es que la guerra no puede pararse así, pero al tiempo muchos actores del drama reconocen que es un gran freno para casi todo, especialmente en Europa, y, claro es, se trata de una tragedia para los ucranianos. Una guerra sin final a la vista no es una opción deseable en Europa, pero el problema es que no se sabe cómo terminarla. Putin se juega su posición y Ucrania se juega su ser. Difícil que haya renuncias o pactos.

    Pero Biden y Xi han iniciado su camino, su reparto de equilibrios mundiales. Miran ya mucho más allá de este presente enfangado. Xi ha afirmado que, de alguna forma, intercederá ante Putin, signifique lo que signifique, pero también parece aceptar que, a causa del conflicto, Rusia complica su papel internacional. Lo que es una dificultad para unos es una oportunidad para otros, como decía Irlanda ante las dificultades de Inglaterra. China ve su oportunidad. Quiere una carrera pacífica, dice, convencida seguramente de que la hegemonía del nuevo mundo está de su lado. No hay progreso en la confrontación, sólo derrota. Es una filosofía aceptada, más aún con las lecciones que vienen de Ucrania. Y hay algo más: ayer acababa la COP27 en Egipto, la Cumbre del Clima. La lucha contra el cambio climático ha encallado, como casi toda la agenda sostenible, a causa de la urgencia de la guerra y la crisis del gas. Habrá ayudas para los países más vulnerables, pero no hay acuerdos para bajar los efectos de los gases de invernadero. China (muy por delante) y Estados Unidos mantienen, con la India, un peso gigantesco en las emisiones. En efecto: hay muchos asuntos pendientes.

    21 nov 2022 / 01:00
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