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Historiando y atemperando año tras año

Hace un año por estas fechas comentábamos todos: ha pasado ya un año, refiriéndonos al tiempo transcurrido desde el inicio de un mal que se llevó por delante a muchos seres queridos.

Hoy ya “casi” no le damos importancia; parece como si nos hubiésemos acostumbrado o que veamos todo superado. También, cierto es, que hay dos motivos que añadir a favor de ese “olvido”: los recientes acontecimientos políticos de una España que no acaba de “acougar” y la cruda realidad de una guerra en pleno siglo XXI que nos conmueve y revuelve a todos por igual.

En este mes de marzo y a lo largo de los siguientes se celebran varios homenajes a personas que han dejado profunda huella en nuestra tierra. Es el caso del de Xosé Ramón Barreiro, acto previsto para el día 17 en A Coruña.

En una reseña en este diario del año pasado le recordé como persona y como docente. Me alegro que se le reconozcan otros méritos, por lo que aplaudo la iniciativa y felicito a quienes lo organizan.

Decía entonces que me hubiese gustado darle una noticia que sería bien acogida por él. Pues, en este año, el profesor Barreiro podría alegrarse conmigo. Se la remito, certificada y bien sellada (entrega exclusiva al destinatario) si es que no le ha llegado todavía. Gozaría viendo su franca y amplia sonrisa.

Llevamos ya en España más de ¡100.000! muertos, o quizás más, porque día a día la cifra sube sin causar sorpresa: no miramos ya los ceros, aunque por poco se supera la población total de Compostela. ¿Toda una ciudad sin sus gentes, una ciudad “muerta”, borrada del mapa? Me estremece pensarlo.

Dejemos el tema y que cada cual haga y viva según le plazca, que no hay nada más sagrado que ejercer la propia libertad, teniendo en cuenta siempre la de todo ser humano.

Pensando en el profesor Barreiro -gran historiador que ha sido- y viendo el panorama actual, me viene a la cabeza un cambio en el gobierno de España de hace justamente dos siglos: la implantación de la monarquía democrática (así la llamaron, a imagen y semejanza de la británica) o comienzo del período constitucional, que duró de 1820 a 1823, por lo que se conoce como Trienio Liberal.

Afectó a todo el pueblo y, cómo no, a la catedral de Santiago. X. R. Barreiro apunta que entonces el clero fue acusado de controlar las facciones, de apoyarles y de fomentar el absolutismo. A mayores, el templo fue privado de una de sus mayores fuentes de ingresos (una especie de tributo que gozaba desde los RR. Católicos).

El arzobispo de la diócesis, Rafael de Múzquiz y Aldunate, publicó una Pastoral en la que se limitaba a advertir a los sacerdotes que anunciasen a sus feligreses la proclamación de la Constitución de 1812, la última aprobada, absteniéndose de hacer todo tipo de comentarios. Pero no todos siguieron su consejo. En la iglesia de S. Nicolás de A Coruña, en una Exhortación editada en 1821 se incitaba en sentido contrario: Uníos, pues, parroquianos míos, amor a la Patria y adhesión a la Constitución // Conservad la preciosa vida del mejor y más amado Monarca; bendecid la casa de S. Fernando; haced que se multipliquen las ramas de esta augusta Familia, y que se extiendan para la felicidad de los pueblos para la gloria de vuestro santo nombre.

La ya maltrecha situación económica -iniciada a comienzos del XIX- se hizo insostenible. Faltaban músicos, cuando no, niños de coro. El único modo que vio el cabildo de capear el temporal fue reducir los sueldos a la mitad. Más tarde, totalmente ahogados músicos y clero, se consideró mejor dejar que fueran a ganarse el pan a donde pudieran, reservándoles la plaza y apostillando que: si mejorase de suerte, no dejará [el cabildo] de tenerlos presentes.

Algunos músicos se marcharon. Otros continuaron plañendo y oyendo igual respuesta del cabildo: que no ve ni alcanza arbitrio para poder en lo sucesivo darles cosa alguna.

El culto se resintió. Apunta López Ferreiro: el Monumento de Jueves Santo tuvo que reducirse a la capilla de Carrillo; pues la Iglesia y la fábrica carecían de fondos para poner el propio en la catedral; y la fiesta del Patrón de España se celebró este año de 1822, acaso por primera vez, sin la augusta y conmovedora ceremonia de la presentación de la tradicional Ofrenda.

El maestro de capilla murió en 1822 y la plaza no fue cubierta hasta 1825. Más que buena música sacra cabe citar aquí el Himno de Riego, nombre que proviene de quien instauró en 1820 el gobierno constitucional, Rafael del Riego, ahorcado con el regreso de Fernando VII en 1823.

Es un himno del valenciano José Melchor Gomis (Onteniente 1791-París 1836). Tiene letra, pero fue adoptado por los republicanos, adaptándose a las circunstancias. Ahora, aunque España tiene su Himno Nacional (oficial desde 1997), el de Riego, adrede o por despiste, sigue sonando en algún evento deportivo e incluso institucional.

El profesor Barreiro gustaría más de “su” Himno Galego, de Veiga y Pondal, ou a saber cal escollería!

01 ago 2022 / 01:30
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