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Historicismo del revés

    ES difícil escapar al carácter de una época y quedar al margen de las ideas correctas, del “espíritu de rebaño” que diría Nietzsche, que sí escapó. Rasgo curioso de este tiempo utilitario es poner patas arriba el historicismo, que en el s. XIX diera a la historia un lugar central. Aunque nada se explica solo en su evolución temporal, la devoción a la historia impulsó las ciencias humanas.

    El hombre pasó de ser creado el año 4004 a.C. a una existencia remota y evolutiva, se desarrollaron paleontología, geología y arqueología, y Darwin, Freud o Marx situaron al hombre en la evolución animal, psicobiográfica o sociológica El mundo era procesual.

    Pero eso se acabó. Quizá por la inmediatez y horizontalidad de esta cultura narcisista, se proyectan ahora sin rubor las ideas y valores propios al pasado. No sólo antirracistas que decapitan estatuas de Colón o Churchill como podrían borrar el arte rupestre por favorecer la magia. La propia Nancy Pelosi ruega se retiren del Capitolio las esculturas de confederados (Hunt, Lee...).

    Sólo me parece lógico exigir una corrección retrospectiva en casos documentados de barbarie. Puede honrarse a un campeón de bolos aunque sea adúltero, a un símbolo de la reunificación US o un emperador romano, como ya se hace y no para exaltar adulterio o esclavitud. La radicalidad de ahora
    –como decía La Rochefoucault de las grandes pompas funerales–, tiene menos que ver con el racismo del difunto que con la exaltación de la buena conciencia racial del vivo.

    Solo cuando las ideas se debilitan suelen crecer sus detractores, que antes tendían a contemporizar. Por eso hay tantos antifranquistas aquí. Sabemos que en la Guerra Civil americana, el norte luchó contra la escisión antes que contra la esclavitud, y esta no se abolió en el Decreto de Emancipación de 1863 en las zonas leales de Tennesee, Louisiana o Virginia sino solo en las rebeldes.

    Sabemos que incluso el símbolo mayor de la igualdad, fraternidad y democracia americanas, Walt Whitman
    –gran poeta, gran tipo–, siendo poco convencional y del todo opuesto a la pretendida expansión de la esclavitud al norte, no se distinguió –según su biógrafo J. Loving–, por atacar la ya establecida. Nadie escapa del todo a su tiempo y pocos a las ideas dominantes. Por eso no es extraña tanta corrección política, desde los gamberros que mutilan estatuas a Pelosi. No por bienintencionado menos, sino más, espíritu de rebaño.

    15 jun 2020 / 22:50
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