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Ideologías de vanguardia

    EL lunes pasado reflexionábamos aquí sobre la dificultad que acarreaba en pleno siglo XXI hablar de esos grandes postulados ideológicos, como la socialdemocracia, que, además de componentes políticos, implican hoy día factores económicos, sociales, culturales y hasta medioambientales. Lo cierto es que la globalización, la digitalización y la democratización del acceso a la información han generado el florecimiento de nuevas opciones políticas, la proliferación de fórmulas de representación, e incluso la revitalización de nacionalismos y extremismos a derecha e izquierda más propios de un pasado que algunos pretenden evocar. Todo ello resulta nocivo para la sociedad y el bien común; pues, en un mundo tan interconectado e interdependiente como el actual, las diversas fórmulas de Gobierno, independientemente de la base ideológica sobre la que se asienten, están llamadas a entenderse por pura necesidad y practicidad.

    El aislacionismo y el unilateralismo ya no tienen cabida en el mundo contemporáneo, y sólo en el multilateralismo basado en la cooperación supranacional e intergubernamental encuentran los países la solución para los problemas más acuciantes de la actualidad. Los nuevos tratados de libre comercio; la necesaria solidaridad internacional para enfrentarse a fenómenos como la actual pandemia de la Covid-19; las cadenas de producción y distribución de materiales y componentes; los imparables fenómenos migratorios; los problemas demográficos asociados al envejecimiento poblacional; el impacto global de conflictos bélicos y revueltas sociales más o menos localizadas; la defensa del medioambiente y contra el cambio climático; la lucha antiterrorista; los planes de información, defensa y seguridad; y hasta el apetito de expansión voraz de las grandes economías tanto consolidadas como emergentes, fuerzan a los ideólogos de los partidos tradicionales a idear políticas nuevas y más realistas, capaces de dar respuesta a las necesidades más urgentes del ser humano en general, y de las sociedades en las que se asienta en particular.

    Esta colaboración a nivel internacional y entre regiones estratégicas debe verse reflejada también en la política interna de los propios países, buscando fórmulas de consenso que, desde la moderación del denominado centro político (centroizquierda y centroderecha), no supongan una traba diplomática en materia exterior ni generen desconfianza, especialmente entre los socios de ambos lados del Atlántico. En este sentido, el actual Gobierno de España debe tomar buena nota, y evitar alinearse con aquellas fuerzas políticas y gobiernos que coartan la vida pública y erosionan los derechos fundamentales e individuales. Sólo así seremos capaces de recuperar una voz y una presencia internacional que nunca debimos haber perdido.

    18 oct 2021 / 01:00
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