¿Igual o peor?

EMPEZAMOS, casi hace un año, con una pandemia de condición universal. La práctica generalidad de la humanidad siente cerca el acecho de un mal que ha puesto en marcha todas las alertas sanitarias. Cada cual está viviendo esta coyuntura, en una realidad muy concreta, teniendo como directriz básica el que renunciemos, todos, a la movilidad y que practiquemos, en la medida de lo posible, el aislamiento.

Se alude ahora, por parte de quienes nos gobiernan, a un concepto que no deja de ser llamativo: la burbuja familiar, algo que, en definitiva, nos separa de todos aquellos que no son convivientes. Y ahí estamos: cada uno con sus circunstancias peculiares, procurando salir adelante y con una serie de normas, que hemos de cumplir en las próximas tres semanas, habiendo sido avisados de la probabilidad de que, muy posiblemente, pasado este tiempo, tendremos nuevas restricciones.

Debemos, también, aprender de lo que no hemos hecho suficientemente bien para enmendar conductas mejorables, teniendo muy clara la pertinencia de cumplir, del mejor modo, en lo individual y en lo colectivo.

¿Igual o peor, pues? El futuro será, indudablemente, mejor. En primer lugar, porque hemos llegado hasta aquí, en un camino lleno de dificultades, con muchas pérdidas de todo tipo. En segundo término, porque nos espera una vacuna, más o menos próxima en el tiempo.

Ahora, en definitiva, lo que se nos pide es que ejercitemos la obediencia y la prudencia. Es verdad que tenemos, en lo propio y en lo común, múltiples dificultades sociales en cuestiones fundamentales como son la salud, el trabajo e, incluso, para muchos, cruentas dificultades en la supervivencia diaria. Pero, aún siendo así, precisamos mirar hacia el inmediato futuro esperando salir adelante, que no es poco.