Inagotable Keiko

A pesar de haber tardado cerca de una semana en alcanzar el recuento total, ya puede afirmarse, con el escrutinio finalizado, que Pedro Castillo es el vencedor de las elecciones peruanas más reñidas de los últimos tiempos. Al término del conteo, Castillo se habría impuesto a su rival por tan solo 70.000 votos. Fue el miércoles cuando, con el 96 por ciento escrutado, el líder campesino izquierdista adelantó a la inagotable Keiko Fujimori, que lleva tres comicios presentando su candidatura y quedándose a las puertas del Palacio de Gobierno.

Tras guardar silencio en los primeros días de recuento, Keiko convocó una rueda de prensa el propio miércoles para acusar a su rival de fraude electoral. Sorpresa ninguna, ciertamente, pero la realidad es que la hija del expresidente acusado de crímenes de lesa humanidad ha pedido la anulación de 200.000 votos y, hasta que
se esclarezca esta denuncia de fraude para la que no ha presentado ninguna prueba que pueda ser tenida en consideración, no podrá anunciarse el nombre del nuevo mandatario.

Ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) Keiko esgrimió también el miércoles –último día para presentar alegaciones– una serie de argumentos contra el candidato de Perú Libre que no pueden ser tenidos en consideración por no formar parte de los supuestos que establecen las leyes para anular votos, como la relación de parentesco entre algunas de las personas de las mesas electorales.

Poco le ha importado a Keiko el hecho de que tanto la Organización de Estados Americanos (OEA) como la Unión Interamericana de Organismos Electorales (Uniore) hayan confirmado, como observadores de estas elecciones, que no ha habido ningún tipo de fraude.

Keiko es una política populista, un adjetivo que en América Latina en general y en Perú en particular conocen bien. Y como tal, preferirá seguir alentando a los suyos a hacer crecer la tensión en las calles en lugar de aceptar su tercera derrota, que quién sabe si será la última.