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Inmigración y solución

    DOS tragedias humanitarias dirigen nuestra mirada al inconcluso drama de la inmigración. Por un lado, la crisis sobrevenida en la frontera entre Bielorrusia y Polonia. Por otro, el reciente naufragio en el Canal de la Mancha que arroja el triste balance de, al menos, una treintena de seres humanos fallecidos en su intento desesperado por alcanzar el ‘dorado’ tantas veces soñado. Da igual que las noticias luctuosas nos lleguen del Estrecho, del cada vez más funesto Mediterráneo, o de esa ruta Atlántica que acerca el Continente africano a nuestras bellas y queridas Islas Canarias. La aciaga y nefasta película se repite una y otra vez, sin que nadie alcance a aportar una solución ni a diseñar una estrategia que resulte, al menos, satisfactoria para tantos y tan diversos actores implicados.

    Parece increíble que ninguno de los veintisiete de la Unión Europea haya logrado sugerir un plan de acción que atienda tanto a las necesidades de quienes arriesgan sus vidas para huir del hambre y los conflictos bélicos de sus lugares de origen, como para solucionar muchas de las carencias a las que deberá enfrentarse en un futuro inmediato un contexto europeo en pleno proceso de desarrollo, influencia y crecimiento. Es cierto que al otro lado del Atlántico, en la frontera norteamericana, las cosas no pintan mejor. Y también es verdad que los trasvases humanos en el sudeste asiático no terminan de ordenarse. Pero nosotros, al igual que hacen ciertos colegas de allende nuestras fronteras, debemos adoptar una actitud mucho más eficiente, pragmática y realista, pues es obvio que las oleadas de inmigrantes no sólo no terminarán, sino que aumentarán conforme avancen los meses y los años, más aun con el auge de las mafias y del tráfico de seres humanos.

    Así pues, es hora de abandonar egoísmos patrióticos y proponer soluciones que a todos beneficien; y la inmigración ordenada, sobre todo desde los países de origen, puede ser una de ellas. Quizá reforzando el papel y las competencias de la Agencia Europea Frontex, o incluso creando un organismo conjunto o compartimentado en los Estados receptores que se encargue tanto de filtrar las necesidades del país de destino, como las oportunidades de colaboración e inversión en los contextos de origen.

    Y es que hablamos del difícil futuro de las pensiones, de envejecimiento poblacional, del desplome de la natalidad, de los problemas demográficos y la ‘España vacía’, de la escasez de mano de obra en el sector agrario, de la falta de personal cualificado y especializado en el sector industrial, y hasta de la necesidad de transportistas y los problemas en la cadena de suministro; todo ello, sin darnos cuenta de que quizá, si se gestionan bien, la inmigración y el asilo podrían solucionar muchas de esas carencias y necesidades.

    29 nov 2021 / 01:00
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