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“Invitación á danza” por la Banda Municipal

    Dominical en el Teatro Principal-12´00 h-, con la Banda Municipal dirigida por su titular Casiano Mouriño Maquieira, en un programa que se anuncia como “Invitación á danza”, en atención destacada un cuarteto de saxofones, integrado por Rocío Hermida-saxo soprano-, Álvaro Iglesias- saxo alto-, Santiago Vidal-saxo tenor- y Diego García, con saxo barítono. Danzas de todas épocas y estilos, con el detalle para Lino Florenzo (1920), músico que tienta las apetencias de los saxofonistas, un músico de procedencia francesa pero cuyo repertorio es particularmente latino, por lo que es escuchará de su obra “Sud América”, el “Cha-cha-chá”, que en un curioso registro discográfico, aparece haciendo cartel con piezas de Arturo Márquez, Paquito D´Rivera Guido López Gavilán u otras de talante similar. “Cha-cha-chá”, dentro de esa suite, se encuadra con otras de estilo a la par, un “Tempo de vals”, un “tempo lento”, que se expresa como un “son”, “Misterioso” y para completar, un “Tempo de samba”. Lino Florenzo no es la primera vez que se escucha en los programas de la Banda Municipal.

    Astor Piazzolla siempre en buen momento, ya que recientemente la “RFG” en su “Gala de Reyes”, incluyó la “Primavera”, de las “Cuatro estaciones porteñas”, en un programa con la mente puesta en Vivaldi y un tratamiento de Max Richter, en una revisión de “El verano”. Las cuatro estaciones de las que las otras dos, fueron las del propio Vivaldi. Piazzolla con el reclamo de “Libertango”, uno de sus aportaciones de mediados de los setenta, y que en su conjunto, resulta una combinación de citas en torno a la libertar. Piazzolla comentaba: “A veces me preguntan por qué no hice cosas con Salgán o con Pugliese, y la verdad es que no resulta sencillo. No hace mucho compartí escenario con Pugliese; fue en Holanda, Yo escribí un arreglo especial de “Adiós Nonino” y Osvaldo parecía un despistado, no embocaba una nota. Después yo quise tocar “La Yumba a su manera y no pude. Me sentí mal, como si estuviera ensuciando su música.

    El “swing” nunca estará mejor representado gracias a la firma de Glenn Miller, y en concreto por “In the mood”, el sonido de los años treinta en los que este trombonista de largo recorrido, intercambiará excelentes resultados de entendimiento con artistas como Red Nichols, Benny Goodman, los hermanos Dorsey, y otras formaciones que dejaron impronta en Broadway. En el año 1953, cuando todavía nuestro músico gozaba de excelente cartel, después de su fallecimiento en 1944, fue llevado al cine en forma de biopic nostálgico, gracias a Anthony Mann “The Glen Miller Story” en el que el papel principal, estará confiado al actor James Stewart. Un arreglista de primer orden entre los grandes músicos, que acuñó un estilo reconocible.

    Hace un par de meses nos dejaba el saxofonista navarro Pedro Iturralde, uno de los veteranos de la escuela española y que había superado la berrera de los noventa años. Tuvo ocasión de medirse con los grandes, al igual que Teté Montoliú, y entre ellos nos encontramos con “boppers” de primera línea, músicos como Donald Byrd o Lee Konitz, ya desde las primeras aportaciones para la discográfica “Hispavox”, a finales de los sesenta. Un salto importante lo dará con la firma alemana “SABA” de Berlín. También tuvo sus colaboraciones en los géneros clásicos con la “ONE”, la “ORTVE”. Muy al final de su carrera, pudo inaugurar la temporada de la emblemática sala “Galileo Galilei”. Un Iturralde a la búsqueda de las raíces griegas con la “Suite Hellenique”, sobre una danza popular griega “kalamitanos”.

    El vals de la “Danza de los pequeños cisnes”, de Piort Illich Tachikovski, en un “Pas a quatre” (Ballet), perteneciente a “El lago de los cisnes”, que contó con el beneficio de la coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov, sobre un libreto de Begitchev y Geltsser, a los que se incorporó los decorados de Botcharov y Levogt. El estreno se llevó a cabo en su versión completa el 15 de enero de 1895, en el Teatro Mariinski, de San Petersburgo, destacando como principales intérpretes G.Ceccheti, Pierina Legnani, Gerdt, Gilbert, Oblakov y Bulgakov. El autor había aceptado el compromiso dos años antes por puras razones económicas, sin sospechar que lograría uno de sus trabajos para el ballet que se mantendrían desde entonces en el lugar que todos conocemos. Poco después, se reafirmaría en el Teatro Bolshoi.

    Jean Baptise Lully, la danza del XVII a través de la “Pavane des saisons”. Lully, el italiano asimilado a la corte francesa, al servicio de Luís XIV, recibiría un trato de favor y confianza, destacando igualmente por sus colaboraciones con escritores como Molière. Corneille y Racine, y al tiempo compondrá sobresalientes intermedios. Vendrán también las pastorales, los ballets, las comedias o las tragicomedias. En la actualidad, gracias a las renovadoras tendencias historicistas, el conjunto de su legado se fue rescatando con fortuna gracias a especialistas y musicólogos, a los que se unen grupos que desde hace un par de décadas le sitúan en su justo merecimiento.

    Una “Invitación á danza” que no quiere dejar de recordarnos a la familia Strauss, y en concreto con “El Danubio Azul”, un irrenunciable para fechas propicias, aunque estemos ligeramente fuera de plazo. “An der Schönen blauen Donau Op. 314”, llegará a Johann Strauss hijo, por solicitud de Johann von Herbeck, un director de coro apurado por la urgencia de encontrar esa pieza oportuna para levantar el ánimo de su tropa. Otros fueron los destinos que le esperaban a esta composición.

    17 ene 2021 / 10:15
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