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Irán: el solitario camino hacia la libertad

A lo largo de nuestra vida, tenemos que tomar muchas veces decisiones en las que hay que escoger entre el bien y el mal. Todo el mundo sabe lo que es bueno y lo que es malo, y que lo bueno se aprueba y lo malo debe ser rechazado. Pero a la vez que juzgamos nuestras acciones individuales, juzgamos las acciones colectivas de los pueblos y las sociedades. No podemos influir nada en ellas, pero pueden suscitar nuestro apoyo o nuestro rechazo. A ese apoyo le llamó I. Kant el entusiasmo, que es un juicio moral positivo que formulamos cuando vemos que una colectividad está iniciando un camino hacia la libertad y la mejora de sus derechos. Este es el frágil camino que se ha iniciado en Irán.

Tras el asesinato de Mahsa Amina por parte de la policía de la moralidad iraní, se han iniciado una serie de movimientos que van mucho más allá de este acto criminal. Esos movimientos no tienen paralelo en las últimas dos décadas, porque en ellos la protesta se centra en temas que hasta el momento no se habían sacado a relucir, y porque están alcanzando dimensiones desconocidas. Todo comenzó con el lema “Women, life, freedom”, que ha sido ahora sustituido por “Muerte a Jamenei” y “Ya no queremos la república islámica”, entre otros muchos.

Al igual que los lemas, las acciones llevadas a cabo por los manifestantes carecen de precedentes al tener como objetivo la propia república islámica. El desafío comenzó con la oposición de las mujeres al hiyab obligatorio. Las mujeres se reunían en público, tiraban su hiyab y se cortaban el pelo. Cuando el gobierno inició la represión, las mujeres dieron un paso adelante, ya que pasaron a quemar sus pañuelos en público y cambiaron el lema. La oposición al hiyab obligatorio es en realidad una protesta radical contra la opresión autoritaria del colectivo de las mujeres, y tras las cortes de pelo se esconde un significado histórico y mítico muy profundo. En la cultura persa, una mujer solo se puede cortar el cabello si no es capaz de tolerar el dolor por la pérdida de un ser querido o como muestra de ira ante una situación injusta e insoportable. En el Shahnamé, que en la literatura persa es el equivalente a la Ilíada y la Odisea de la literatura occidental, su autor, Ferdousí, muestra cómo el corte del cabello por parte de las mujeres es muchas veces la manifestación de su ira.

Podemos ver en decenas de vídeos que circulan por Internet a estudiantes de artes de Teherán que se tiñen las manos de rojo y se reúnen ante unas fuentes que también están manchadas de rojo cantando “este es el año de la sangre, cuando Sayed Ali [Jamenei será derribado”. La sangre en la cultura persa tiene dos significados simbólicos: los opresores que manchan sus manos de sangre serán derrotados, y los mártires cuya sangre haya sido derramada serán los sembradores de la libertad de aquéllos que vendrán. Y no solo Jamenei, sino también Hussain Salami, el comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria, acusa a los manifestantes de ser marionetas de los enemigos exteriores, a pesar de que es una verdad cristalina que la gente es plenamente consciente de que su opresor es el gobierno.

La policía de la moralidad iraní es famosa por controlar el uso obligatorio del velo, pero también tiene muchas más funciones: vigilan los parques, las calles, los comercios, los campus universitarios, las cafeterías y los restaurantes, y se infiltran en los cumpleaños, los clubes de internet, en las tiendas de fotografía, y son omnipresentes en los aeropuertos. Intentan controlar todo lo que las tiendas venden y la gente compra, y en las calles, parques, cafeterías y restaurantes no solo vigilan cómo van vestidos los jóvenes, sino lo que hacen, deteniendo a chicos y chicas cuando están juntos. En Irán, quedar con las amigas en un café, en un parque o un restaurante muchas veces acaba con una intervención de la policía de la moralidad y un arresto que acaba por convertir la vida de una persona en una auténtica pesadilla. Pero estos arrestos y sus consiguientes castigos tienen consecuencias mucho más dolorosas en el caso de las mujeres. Irán es uno de los países en los que miles de mujeres han sido sometidas a un “test de virginidad” forzoso, que en realidad no es otra cosa que una violación seguida de tortura.

A todo esto debemos añadir que el régimen iraní es hostil hacia la mayor parte de los países del mundo, lo que daña su reputación internacional y acarrea terribles consecuencias económicas para todo el país por las sanciones que se le imponen. Irán está ahora abiertamente apoyando a los talibanes de Afganistán, financia grupos islamistas como Hezbolá en el Líbano, Al-Hashd al-Shaabi y otros grupos en Irak, al igual que a Hamás y al PIG en Palestina y a otros grupos en Siria y Yemen, lo que está suponiendo un gran coste para el pueblo de Irán. Añádase a esto que el régimen es totalmente incapaz de manejar las consecuencias financieras negativas que suponen las sanciones internacionales, lo que ha conseguido que se generalice la pobreza y que la gente tenga que ponerse en la tesitura de oponerse a él o morir. En mi opinión, creo que esta vez la voluntad popular será lo suficientemente fuerte para conseguir sus propósitos.

Aunque en la actual constitución iraní, por lo menos en el papel, está garantizado el derecho de manifestación, el gobierno siempre reprime las protestas, y últimamente lo está haciendo de una manera brutal. Desde su inicio hasta el dieciséis de noviembre han sido asesinadas 342 personas, 43 de ellas niños, y 15.000 han sido detenidas. De los detenidos, cinco ya han sido condenados a muerte. Hay muchos vídeos que muestran a la policía disparando a la gente a bocajarro en las calles y en el metro, pero eso no está consiguiendo frenar la determinación del pueblo por la conquista de la libertad. En muchos distritos de Teherán, la gente arroja objetos por la ventana contra la policía mientras ésta golpea a los manifestantes. Chicos y chicas han decidido arrancarle en plena calle los turbantes a los mulás, y la casa natal de Jomeini, que es un museo, ha sido incendiada. Sabemos también que el ejército iraní ha hecho una incursión en la provincia de Kurdistán, cuyas consecuencias aún no se conocen plenamente.

Tras la retirada de EE. UU. y la OTAN de Afganistán, se ha producido un retroceso que está consiguiendo acabar con lo logrado a duras penas en los últimos veinte años. Nadie en el mundo ha mostrado su entusiasmo ante semejante involución histórica, pero tampoco claramente su rechazo, puesto todo se contempla con la fría indiferencia de quienes piensan que “esto nunca nos va a pasar a nosotros”. Las mujeres fueron primero expulsadas de la mayor parte de las facultades universitarias, y parece que se serán de todas. Dejaron de poder trabajar y ser funcionarias, pero ahora tampoco pueden ir a los parques y los gimnasios. Se cierran tiendas, se prohíben las manifestaciones, y cualquier crítica al gobierno acaba en una detención arbitraria. Toda la economía se ha hundido, y la gente solo puede luchar literalmente para no morirse de hambre. No se expiden pasaportes nada más que para los afines a los talibanes, y con ellos salen del país algunos terroristas. El desempleo sube como la espuma, se han vuelto a realizar ejecuciones en público, lapidaciones, flagelaciones, y también se intentan controlar las agencias de noticias internacionales, con lo que el olvido será mucho más fácil. Se ha puesto en marcha la limpieza étnica en aldeas y provincias enteras, como Daikundi, Ghor y Takhar. Muchas de estas cosas podrían ser evitadas si Irán avanzase hacia un régimen secular, hacia un estado de derecho y dejase de atraer la hostilidad internacional, porque los talibanes sentirían que ya no tienen ningún apoyo.

Desde un punto de vista estratégico, estamos viviendo una gran paradoja: Irán es el nuevo aliado de Putin y el aliado preferente de China. Su integración en el sistema de valores occidentales no solo sería buena para su población, sino para todos los países que lo rodean, y eso debilitaría el poder de Rusia y China. Como exiliado político, siento cada día en mis carnes que el sitio en el que mejor se puede vivir es aquel en el que uno ha nacido y al que pertenece, pero para eso se tienen que dar unas condiciones sociales y políticas que hagan la vida digna de vivirse. Como refugiado generosamente acogido por España junto con mi familia, creo que mis sentimientos estarían bien expresados en este pasaje del Levítico, 19: 18: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Espero que algún día la libertad, la justicia y la prosperidad prevalecerán en Irán, mi país vecino, y en mi propio país, Afganistán, y que se ponga fin a la tiranía, a la violencia y a la pobreza, y así se cumpla un mensaje común al Dios cristiano, a Jehová y a Alá, y es que la ley y la voluntad de Dios reine sobre la tierra.

26 nov 2022 / 01:00
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