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Reseña Musical

Javier Perianes con el “Concierto Egipcio Op. 103” de Saint Säens, dirigido por Otto Tausk

    Javier Perianes solista de nuevo, esta vez con el “Concierto nº 5, en Fa M. Op. 103”, de Saint Saëns, bajo la dirección de Otto Tausk, para un programa que incluye la ”Sinfonía nº 3, en Mi b M. Op. 55” de L.v. Beethoven en el Palacio de la Ópera de A Coruña-20´00 h.-, un director con formación pianística siguiendo a Viktor Liberman e István Parkányi, antes de entregarse a la batuta, siguiendo los dictados de Jurgen Hempel y K. Montgomery en el Conservatorio de Vilnius. Su carrera comenzó a consolidarse con la O. Filarmónica de Rotterdam (2004/6), antes de continuar con la Holland Symfonia, recibiendo el Premio Olifant y dentro de sus ambiciones, destacan estrenos de obras actuales como la ópera incompleta “Protesliaos” de Rudolf Escher, con puesta escénica de William Boogsman y “After Life”, de Michael van der Aa. Fue también director de la Sinfonieorchester Snt Gallen, con la que dio a conocer “Annas Maske”, de David Philip Hefti, modelo e idea de esa voluntad por optar a las tendencias contemporáneas.

    Perianes, tan apreciado y querido por la habituales colaboraciones con la “OSG”, esta vez con los exotismos en entredicho de Saint-Saëns, fruto de años de viaje de los que quedarán curiosos frutos que actualmente resultan ligeramente ingenuos como el “Canto sáfico”, la “Noche persa” y la operita curiosa “Phryné”, además de “El capricho árabe”, para encumbrarse en la ópera “Samson et Dalila”, que parece aguantar el peso de la historia. Vena exótica que como puede comprobarse, afectaría a otras muchas obras, tiznadas del mismo espíritu en un creador que bastante deberá a otros exotismos que sabrá ingeniar, a través de su apreciado Ferenz Liszt. Hombre pues, con tendencias a las formas de los poemas sinfónicos, y derivados.

    Este “Concierto nº 5, en Fa M. Op. 103”, es un dechado de esos modismos que suscitarán más de una actitud sorprendida y dentro de sus parámetros, un destilado de una estancia en Luxor, dejando como consecuencia los apreciables vicios de una imaginación efervescente, si es que a ella somos capaces de remontarnos. Nada resulta chirriante, pero para las sensibilidades posteriores, no deja de abundar en manidos convencionalismos. Poco más de una generación después, accederemos a una avalancha de exotismos realmente reconocibles, gracias a las influencias de los músicos eslavos. Aquí nos ubicamos en el estreno ofrecido en la Salle Pleyel, en la primavera de 1896, para esta obra en tres movimientos, nada rompedores en su itinerario. El “Allegro” de comienzo, se resuelve en dos temas, partiendo de un primero en el que el solista, determina los argumentos esenciales del mismo, con la exposición de pretendidas delicadezas traslúcidas, en esos exotismos de vagas sinuosidades, antes de que el propio solista, complete el segundo tema con pinceladas en claro-oscuro, con una rítmica sincopada, para acentuar sin disimulo la línea melódica insinuante. Para agudos y perspicaces, aceptaríamos una evidente similitud con el aria de “Samson” “Ma coeur s´ ouvre à ta voix”.

    La inevitable evolución rapsódica, emerge con intenciones apabullantes en el “Andante”, nuevas pretensiones de imaginarias evoluciones orientalizantes y que según propia confesión, remitía a un canto servido como idea a los remeros del Nilo, el resto habrá de ponerlo con generosa voluntad el oyente de turno, en resumen, valdrá como una fantasía en toda regla y en su libertad de vuelo en el que solista y orquesta cincelan los pasajes del movimiento, para mayor precisión efectos del gamelán en el teclado sobre resonancias armónicas de quintas y de cadencias imperfectas. Para no perder comba, similares planteamientos en el “Molto allegro”, en sus pretensiones descriptivas que serán condicionadas por el solista y la orquesta, una permanente imposición de esa obligada atención a los exotismos según su febril necesidad de plasmar un mundo trajinado en su irrenunciable urgencia de trasmitir estados hipersensible de un artista que tratará a la orquesta con delicada profusión de detalles.

    Beethoven con la “Sinfonía nº 3, en Mi b. M. (Heroica), Op. 55”, trabajo que para el Allgemeine Musikalisches Zeiting, ganaría en ancho y luminosidad, además de claridad y de unidad, si el autor se hubiese decidido por introducir algunos cortes, habida cuenta de que dura más de una hora. Que la historia decida a la postre, y así se confirmará sin necesidad de atenerse a criterios de un momento. Se renuncia en el “Allegro con brio” al equilibro de un “Adagio” introductorio, arrancando pues sin preámbulos ni preparaciones. Chelos y violas, y segundos violines, exponen las notas del acorde de entrada, célula temática que confirma su armazón, para seguir con la exaltación de fraseos marcados por otros instrumentos. Una dinámica expansiva que arrolla por su elocuencia. La “Marcia funebre”, que quiso ser triunfal, se concentra en sí misma, anunciando condicionantes que oprimen al ser humano, una pesadumbre que conoce todos sus matices a consecuencia del profundo dolor que los embarga, expresado por el agobio del comienzo.

    El “Adagio assai” es un “scherzo” confiado a las trompas y que no renuncia a una actitud triunfante, detalle que con seguridad recuerda a una llamada de caza, que con fortuna, se enmarca imaginariamente, en los términos de un bullir rítmico- telúrico, definida y distanciada con respecto al movimiento anterior, para pasar al “Finale: Allegro molto”, ejercicio modélico del estilo de las variaciones, remitiéndonos a las conocidas “Criaturas de Prometeo”, en el cuadro final, con las “Variaciones Op. 35”. Un perfil esencial adoptando a partir del episodio en estilo fugado que contribuye a la afirmación de ese espirito de las pretensiones del movimiento conclusivo. La orquesta en su conjunto, aporta el grado de solemnidad que impregna este movimiento, redondeado una sinfonía que responde a esa calificación de “Sinfonía Heroica”.

    06 oct 2022 / 20:06
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