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Jessica Cottis, dirige a Peter S. Sculthorpe y J.Sibelius

    Volvemos a encontrarnos con la directora Jessica Cottis, en el Auditorio de Galicia- 20´30 h., antes de repetir en el Centro Cultural Afundación, de Pontevedra, a la misma hora, tras haberla tenido hace cuatro temporadas ofreciendo obras de I.Stravinski, J.Rodrigo y L.v. Beethoven, esta vez con un compositor australiano a descubrir, Peter Joshua Sculthorpe, por la obra testimonial “Earth Cry” y a Jan Sibelius, con la “Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 43”. Jessica Cotts fue asistente de Vladimir Ashkenazy en la O. S. de Sidney, y recibió un curioso reconocimiento de “The Times”, quien la calificó como “Classical face to watch”. En su trayectoria, estuvo al frente de grandes formaciones del ámbito anglosajón y estrenó en la Royal Opera House, estrenos de Na´ama Zisser- “Mamzer”-,y de Gavin Higgins- “The Monstruos Child”-, y entre esas primeras orquestas, destacan la Sinfónica de Sidney, la Liverpool Royal P., la English .O., la Sinfónica de Gävle, la Sinfónica de Malmö, la de Oulu, o los prestigiados BBC Proms.

    Peter J. Sculthorpe (1929/2014), inició sus tanteos musicales indagando el magisterio de Ernest Krenek, antes lograr una beca para seguir en el Wadham College (Oxford), con Egon Wellesz, tras lograr el reconocimiento por su “Sonatna para piano”, del Festival ISCM, de Baden-Baden, en 1955. Obras suyas definirán su trayectoria: “Irkanda”- en varias series-; algunos de los cuartetos de cuerda, uno dedicado a la memoria del pintor Russell Drysdale y la “Sun Music I”, fue llevada en gira por la O.S. de Sidney, un encargo de Sir Bernard Heinze, quien le sugirió ciertos detalles en su escritura, y que también será utilizada como ballet. En el espacio de la lírica, destaca la ópera “Quiros”, o el trabajo orquestal “Sydney Singing”- para clarinete, arpa y percusión-, a las que se añade un “Requiem” de 2004, dirigido por Richard Mills, en el que incorpora un instrumento que cobra protagonismo en la obra de hoy, el didgeridoo o en su aborigen, didyerdú, a cargo de William Barton. En sus planteamientos se distancia del atonalismo y las técnicas densas, apoyándose en las tradiciones más cercanas.

    Las influencias asiáticas se mostraron ya desde la década de los setenta, derivando en breve a las raíces indígenas australianas, sobre las que venía tratando desde los años de juventud, y en cierto modo, uno de los testimoniales cuartetos, resultó clave en esa tendencia, compartida con el artista plástico Russell “Tass” Drysdale. Fue profesor en la Sydney University, en la que permaneció la mayor parte de su vida artística, y la autobiografía que refleja s personalidad, se divulgó con el título de “Sun Music: Journey and Refletions From a Composer´s Life”, editada en 1990. Tasmania, tierra de sus ancestros, está presente en el conjunto de sus obras, un aliciente fomentado en gran medida por el entorno familiar y que se constará gracias al descubrimiento de registros labores de campo e importantes testimonios.

    “Earth Cry”, un lamento de la tierra, es una obra en la que destaca el protagonismo del didgeridoo o didyeridú, instrumento de la tradición aborigen australiano, elaborado sobre un tubo de madera, que suena por la vibración provocada por la presión de los labios y suyo origen es inmemorial. Nombres indígenas le identifican igualmente- yidaki, gingjungard, eboro, djalupu o maluk-, y en su fabricación se recurre a un eucalipto, del noroeste de Arnhem, creado a partir de troncos de esos árboles de gran grosor. El tubo largo que se usa como instrumento, se hace sonar al ser modulada la vibración en su amplificación, conseguida por la presión de los labios y los sonidos surgidos de la garganta, en esencia y en los resultados técnicos, se aprecia por el dominio de la respiración circular, lograda tras tocar durante un tiempo continuo, gracias a esa presión de aire en la boca, inhalando por las fosas nasales. Sus connotaciones arcaicas, le dotan de características de uso en las agrupaciones artísticas más sorprendentes, o en proyectos ajenos a la propia música. Un instrumento pues, que cabría en la panoplia d nuestro apreciado Abraham Cupeiro.

    Absoluta actualidad para la “Sinfonía nº 2, en Re M. Op. 43” de Jean Sibelius, por el conflicto entre Finlandia y Rusia, además de los detalles del encuentro de confraternización un lustro después entre el compositor y G.Mahler lo que redundará en los resultados artísticos consecuentes, mientras compartían vivencias por dolorosos acontecimiento personales. Queda, para mayor confirmación la presencia de una persona decisiva en su encargo, la del barón Axel Carpelan, un entregado y entusiasta aficionado. Había pasado Sibelius por un breve retiro de reposo en Rapallo en el que trazaría los primeros esbozos de la obra y que finalmente dedicará a Carpelan para esta composición que se estrenará en la primavera de 1902, en Helsinki y que observará ciertamente las reivindicaciones nacionalistas. Un “Allegretto “, en el primer tiempo, que resume un mosaico de temas sin jerarquía de referencia, partiendo de un trémolo de cuerdas y una especie de pastoral confiada al oboe, con una acentuación de timbal y un detalle de cuerdas al unísono, en una encabalgado de ocho temas, para alcanzar el climas en fortissimo de timbal, con respuesta en los metales.

    El ”Tempo andante, ma rubato”, avanza por mediación de un pizzicati de chelos en expresión grave a modo de dolida marcha fúnebre, cincelada por fagotes, con claras pretensiones de recrear un talante estremecedor y compungido y que facilita la intervención de cuerdas divididas, en tonalidad de Fa sost. M., y cuyo tema del fagot, había sido escrito previamente al conjunto de la obra, un tema parcialmente modal. El “Vivacissimo”, idea de “Scherzo”, denso locuaz, queda marcado por cinco golpes de timbal que ceden su protagonismo a una pastoral expuesta por una melodía del oboe, condicionada por una nota repetida nueve veces. El “Final”, sobrepone por su sencillez y por el talante heroico gracias a la orquestación luminosa, y un segundo tema que prepara un meditativo ostinato, con personales connotaciones. Una sinfonía que en sus parámetros, cierra esos condicionantes obsesivos del romanticismo nacionalista.

    05 may 2022 / 01:00
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