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Juventud, botellón y ocio

    EL botellón de hoy día son las fiestas en pisos y en los aledaños de las discotecas de hace años. De ahí que a padres y madres les resulte tan difícil frenar el desenfreno de sus vástagos. Unos hijos e hijas que perciben en casa la crisis económica de la pandemia, que saben que somos el segundo país de la OCDE con mayor número de ninis, que conocen la precariedad de quienes disfrutan un empleo.

    Adolescentes que escuchan que el salario mínimo seguirá aumentando, que el esfuerzo y el mérito han dejado de importar, que los suspensos y el absentismo ya no son castigados ni para pasar de curso, que las sanciones por vandalismo resultan anecdóticas, que el deporte o el voluntariado no son ni premiados ni reconocidos en el ámbito escolar, y que las iniciativas de ocio se diseñan sin contar con su criterio.

    Ello les lleva a autogestionar su socialización, y a buscar una vía de escape frente a esas restricciones que han asumido durante meses. Semanas en las que han entrado en contacto con esos nuevos amos del mundo digital con los que se identifican.

    Hoy muchos aspiran a ser streamers, influencers y youtubers, famosos de las redes, héroes de los vídeos virales, líderes en Facebook y en Instagram. Estaban al tanto del ocio virtual; pero, tras el confinamiento, ya no se conforman con ser espectadores. Desean ser protagonistas, participar en cuantos retos virtuales se cuelan en unos dispositivos electrónicos que todos disfrutan, independientemente del poder adquisitivo de las familias. Sorprendente, ¿verdad? Es como si esos cacharros inteligentes constituyesen una de esas commodities a las que nadie está dispuesto a renunciar.

    También muchos adultos han sucumbido a esta peligrosa moda. Digo peligrosa por los efectos nocivos de algunas de estas aplicaciones sobre sus usuarios. Así lo indica un estudio de Facebook relativo, por ejemplo, a Instagram, y revelado por The Wall Street Journal. Hablamos de efectos dañinos sobre la autoestima y la salud mental de los adolescentes.

    Inquieta; y más sabiendo las secuelas psicológicas de la pandemia sobre un colectivo tan vulnerable. Un reciente informe de Unicef afirma que uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años padece un trastorno de salud mental. En España un 58,3% de entre 15 y 24 años dicen sentirse a menudo “ansiosos, nerviosos y preocupados”, y otro 36% reconocen haber vivido esas sensaciones “a veces”.

    Incluso el 68,2% asegura haber estado deprimido. Lo expuso muy bien Salomé Barba aquí el pasado miércoles, donde nos advertía sobre el suicidio como “la tercera causa de muerte” en estos grupos de edad (“Dos de cada diez jóvenes padecen un problema de salud mental”, ECG 06/10/2021). Así pues, estemos atentos, y pactemos con los jóvenes alternativas satisfactorias.

    09 oct 2021 / 01:00
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