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Kafkiana situación política

A medida que se acerca el final de la XIV Legislatura se acrecientan las tensiones en el interior del Gobierno, agravadas por su elevado número de miembros, en el que discrepan más que coinciden varias familias. Pareciera como si la futura derrota del modelo de coalición estuviera descontado, presagio que se disparó tras la debacle andaluza. El temor a que Feijóo replique el resultado de Moreno, y precedente en Galicia, genera nerviosismo tanto en el sector socialista como en el de Podemos, con desconcierto para los no alineados de Díaz, cuyo proceso político lleva varios meses sin superar la fase de preescucha y con muchas probabilidades de que no pase de ahí. El ruido de los votos en las urnas de Andalucía, de eco incesante, interfiere en la música con la que esperaba ser agasajada.

La situación política resulta esperpéntica. La parte podemita del Ejecutivo ataca cada día a la socialista mientras esta hace oposición al PP en respuesta a los ofrecimientos del líder popular, pero que a las dos semanas el presidente anuncia como de su autoría fueran. Por su parte, Díaz trata de mantener una equidistancia suicida entre los suyos y el PSOE, salvo que definitivamente tome partido por los socialistas, sin más dilaciones.

De esta manera es imposible trazar un plan de futuro, o sea, gobernar. PSOE y Podemos debieran haber suscrito un programa serio y riguroso antes de tomar el mando. Es lo que hacen los gobiernos de coalición en el resto de Europa. También lo hizo en Galicia el bipartito, de 2005 a 2009, y las desavenencias internas en el tramo final fueron una de las causas de la pérdida del poder, lección que debieran tener en cuenta los actuales gobernantes salvo que ya den por hundido el barco y opten por el sálvese quien pueda.

La indecente propuesta del PSOE de modificar una ley para controlar el Poder Judicial después de haberla cambiado hace poco más de un año en sentido inverso pero con idéntica finalidad es una muestra más de la degradación política del momento, solo entendible por el nerviosismo que se ha instalado en la parte socialista del Gobierno. La otra ya se echó al monte. Así se visualizará en la semana que entra, con sus pancartas en la calle contra la OTAN y las políticas europeas de defensa.

Mientras Sánchez no comprenda que el problema principal es la cesta de la compra no habrá cumbre ni presidencia europea que lo rescaten. A falta de Iglesias, con quien al menos podía abrazarse, aunque fuera a lo Judas, y mantener el gallinero tranquilo, más le valdría sentarse con Feijóo que con sus actuales socios, de coalición y parlamentarios. Y mejor a los ciudadanos. Pronto será tarde.

Falsos valedores de lo público

SE dice que de bien intencionados está lleno el infierno lleno. Viene a cuento el refrán con motivo de las protestas en la sanidad, especialmente en la atención primaria. Las quejas se centran, algo habitual, en la pública. Vienen de antaño, pero se intensificaron coincidiendo con la pandemia. Y no solo en Galicia, sino en toda España. Las deficiencias, de cuya existencia no se duda, responden a una serie de factores que podemos considerar casi estructurales o históricos, agravados por otros coyunturales como la covid, que requirió un incremento de
recursos humanos y materiales, siempre insuficientes pese a las importantes dotaciones extra consignadas por la Administración central y autonómicas. Siendo conscientes de las dificultades, es natural y obligado reclamar mejoras. Sin embargo, la protesta ha de calibrarse adecuadamente. Una exageración de los males de la sanidad pública puede ser contraproducente, salvo si los intereses de sus promotores son de otro tipo. Que los políticos lo hagan a nadie sorprende, pero ni profesionales ni usuarios debieran caer en la trampa. A unos les puede ayudar a ganar elecciones pero no a mejorar el prestigio de quienes ejercen la profesión ni la salud de los pacientes. Ojo con los falsos valedores de la pública. La privada se frota las manos.

Que el verano nos vaya bonito

A las puertas de julio, el primer mes de vacaciones de verano, las expectativas para Santiago son realmente buenas. Superó previsiones ya el año pasado, a pesar del respeto que imponía la pandemia. Ahora hemos perdido ese miedo, aunque los últimos datos debieran concienciarnos de que el riesgo está presente. El Camino volvió con fuerza renovada, superior a los años precrisis sanitaria. Comienza a notarse el regreso de peregrinos extranjeros, que probablemente irá en aumento. El aeropuerto de Lavacolla también bate récords de tránsito, mismo cuando la competencia del tren amenaza su posición. El foco de atracción compostelano y el saludable fenómeno de las peregrinaciones son valores, tangibles e intangibles, que se extienden por toda Galicia. La excepción climática gallega es otro incentivo para turistas que buscan algo más que sol y playa, pues ayuda al disfrute de los valores que nos distinguen: naturaleza, cultura, historia, gastronomía, hospitalidad... La capital de Galicia ha de estar a la altura de los tiempos, con sus instituciones públicas y privadas atentas a las necesidades del momento. Aprovechemos el verano para recuperar el tiempo perdido y tomar fuerzas ante un otoño que pinta menos bonito. ¡Buenas vacaciones, Carpe diem!

26 jun 2022 / 01:00
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